Amalia es una persona adulta. “En lo laboral no soy eficiente como quisiera, hago bien las cosas, pero nunca llego a tiempo. En mis proyectos personales tampoco, me juega en contra la costumbre de postergar y postergar, pero no puedo evitarlo. Yo lo disimulo, pero sufro mucho y me doy cuenta de que ya nadie confía en mí. ¡Cómo quisiera cambiar! Pero no sé cómo hacer”, confiesa. Su relato es muy parecido al de un procrastinador, aquella persona que aplaza o retrasa las tareas indelegables. Cuando esta conducta se convierte en algo habitual puede resultar patológica, aún más cuando tiene consecuencias sobre los demás, en el trabajo y en los afectos. Además es causa de profunda angustia.
A partir de una investigación científica y de cientos de casos clínicos, Chiale y Husmann pusieron sobre el tapete un trastorno de la conducta que es mucho más frecuente de lo que se cree. Frases como “No llegué a estudiar todo, me presento en la próxima fecha”, “¿A qué hora era la cena? No llego”, “¡Uy! Perdoname, me colgué”; “Hoy estoy muy cansada, pero la semana próxima empiezo el gimnasio”; “Mi jefe se enojó porque no terminé el informe”, “Hoy no, lo haré mañana”, son frases que demuestran la dificultad para enfrentar y realizar tareas que tienen un vencimiento y ante la cual se asumió un compromiso.
“¿Será vagancia, desidia, indolencia, indiferencia o desgano? En realidad se trata de conductas que se resumen en el término procrastinación”, explicaron las autoras del libro.
Los procrastinadores son personas muy inteligentes pero que dilatan lo que tienen que hacer, o suspenden tareas importantes y las dejan para más adelante. “Son expertos en generar excusas para justificar estos aplazamientos, tienen explicaciones para sus frecuentes demoras y gastan más tiempo en tratar de explicar por qué no lo hicieron que en hacerlo. Pero en el fondo lo sufren porque sienten el fracaso propio y se dan cuenta de que nadie puede entender que ellos no enfrentan sus deberes porque no pueden”, destacó Chiale.
Es frecuente que los procrastinadores no empiecen directamente con las tareas que les competen, sino que antes abran Facebook, se pongan con algún juego o naveguen por internet sin rumbo. Y lejos de estar cinco minutos, se pasan horas en la web. Todo sea por no enfrentar la tarea.
También son muy perfeccionistas y bajo esta excusa dilatan exámenes, lo que los lleva a no terminar la carrera o la tesis final. Muchos se excusan diciendo que “trabajan mejor bajo presión” y por eso dejan todo para último momento y en ocasiones puede hasta costarles el puesto laboral. “A todos nos puede pasar un poco esto. El tema es cuando sucede siempre”, destacó la socióloga.
Hay tres características que suelen estar presentes en estas personas:
1. Son muy perfeccionistas, siempre les falta algo para terminar y por eso dilatan los plazos.
2. Tienen un fuerte temor a la crítica del entorno que los paraliza.
3. Temen al fracaso, por eso antes que hacerlo mal prefieren no empezar.
Dos tipos
Las autoras hablan de dos tipos de procrastinadores. Los que nunca empiezan la tarea y lo que la empiezan pero nunca la terminan. “A veces sucede con personalidades muy creativas. Se les ocurre una idea y cuando empiezan a ponerla en práctica, aparece otra y abandonan lo que iniciaron”, describió Husmann.
Los procrastinadores, al no conocer su problema, suelen tener el estigma de “vago”. Se sienten incomprendidos y esto los lleva a encerrarse cada vez más en sí mismos”, señalaron.
Las consecuencias suelen ser terribles porque posponen cosas importantes, como por ejemplo ir a buscar a su hijo al colegio, y esto les genera un problema con la pareja, y tal vez sucedió porque se quedaron jugando a la play station. También se los tilda de irresponsables, y ellos sienten una gran impotencia.
—¿Por qué postergamos los deberes?
—No es fácil conocer el origen de una procrastinación. En cada persona lo puede disparar distintos motivos. En la consulta psicológica empecé a observar gente muy inteligente, con rasgos de brillantez, pero que sufrían grandes dificultades para concretar algún proyecto que era de sumo valor para ellos.
Es importante saber que todos postergamos cosas en la vida, empezar el gimnasio, la dieta, pero el problema es cuando esto se convierte en una conducta frecuente, incluso la persona tiene toda la intención de hacerlo y no puede concretarlo. Entonces empieza a perjudicar la calidad de vida.
—¿Se puede relacionar con algún trastorno previo?
—Sí, se puede relacionar con los trastornos de ansiedad, fobias, pánicos y depresiones, pero por sobre todo con el trastorno de atención dispersa. Si se investiga a fondo, en los procrastinadores hay un trastorno de atención dispersa residual, que fue ocultado pero en algún momento de la vida eclosiona.
—¿Cuándo llegan a terapia?
—En general la gente no va a terapia por “procrastinador” sino porque tiene problemas serios de pareja. El otro dice estar harto de que siempre tenga cosas pendientes y no las resuelva. Estos pequeños roces generan problemas vinculares. Además, se sienten irritables, se enojan con todos porque no entienden que ellos no pueden. Son muy hábiles con las excusas y se las terminan creyendo ellos mismos. Viven prometiendo cosas que no cumplen y esto genera un fuerte malestar en su entorno y en especial con sus seres queridos.
—¿Sucede en alguna etapa de la vida en especial?
—No. Puede ocurrirle tanto al niño en edad escolar y al adolescente como al empresario exitoso de 50 años.
—¿Qué solución tiene la procrastinación?
—No hay recetas mágicas. En el libro sugerimos “puntos de apoyo” que pueden ayudar:
• Generar ambientes de trabajo menos distractores que permitan estar atentos a la tarea y producir mejor. Para ello a algunas personas les sirve trabajar sin estar conectadas a internet.
• Entender que el trabajo no siempre cumplirá con todas las expectativas.
• Evitar pensar que trabajamos mejor bajo presión, porque puede ser que el día de la entrega sufras una fuerte gripe y no puedas trabajar. Además, la presión puede paralizarte.
• Es muy útil hacer una lista de tareas pendientes, y establecer cuáles son las prioritarias. Cada vez que un procrastinador tache una de esas tareas se sentirá más cerca de la meta y por lo tanto aliviado.
• Evaluación de la tarea: frente a la angustia que produce saber que hay que hacer algo y no poder, por miedo a fallar, evitar sobredimensionarla y darle la real importancia que tiene.
• Dividir el trabajo en partes. No intentar hacer todo al mismo tiempo. Hacer una tarea por vez.
• Pedir ayuda: solicitar a alguna persona de confianza que ayude a concluir la tarea.
• Quebrar “la barrera del primer minuto”. Empezar cuanto antes la tarea, cerrar los ojos y tirarse a la pileta.
• Comunicar las propias resoluciones: una vez tomada la decisión es bueno compartirla con otros, porque es más fácil evadir un compromiso cuando se presentó como una decisión tomada y adquirió estado público.