En la sala de espera del consultorio de Luis Güis Kelly, especialista en
cotidianología protoparalelepípeda de origen irlandés, El Desubicado ojea la revista de la mutual
de la Asociación de Trepanadores de Igados y Lanzagranadas Artesanales (ATILA) de la provincia de
Mocoloco de la república de Lambia, año 19 de la Revolución de Las Rikitas.
—Doctor Kelly, ¿puedo pasar? Son las 2 de la mañana y su último paciente
se fue a las 20. Ya leí como 16 veces la misma revista y no aguanto más.
—Tranquilo mi amigo. Está bien que en los medios hoy proliferan a granel
bellas mujeres ligeras de ropa, pero eso no lo habilita al ejercicio ilimitado e inoportuno del
onanismo. Cálmese, ¿hasta dónde piensa llegar? Vaya aflojando con la manivela, cuando la persiana
está toda abierta lo único que se puede hacer es dejarla así o volver a cerrarla. Si sigue
tironeando, la correa se puede cortar y no queremos eso ¿o sí? Todo tiene un límite, ¿o no? Respire
hondo...
—A ver... hummm... puuufff... qué bando doctor, qué olor, ¿usted se ca...
eh... se calló?
—No, no me caí. Pero es cierto: qué olor. De golpe nos invade un vaho
fétido. Ah, cierto, usted quería pasar al baño...
—No, ya se me fueron las ganas, doctor. Pero quiero aclararle que yo no...
No.
—...que usted no... no ¿qué?
—No tengo nada que ver con el olor.
—Qué bonito, usted siente ese profundo hedor y después dice que no tiene
nada que ver. Podría hacerse cargo, siempre le tiramos el fardo a otro y, por si fuera poco,
después le echamos la culpa por la leche derramada.
—No sé si esto tendrá que ver con alguna leche, tal vez sea un problema de
ventilación.
—Puede ser... por chimanguearle al aire acondicionado.
—¿Por qué?
—Se aflojaron unas tuercas. Y para apretar bien los tornillos contraté un
par de barrabravas que me recomendó mi vecino, el licenciado Porunos Díaz Congoce—(risas
grabadas).
—Ey, ¿quién se rió? Doctor, ¿escuchó?, alguien se rió.
—Sí, es un mal de estos tiempos. Siempre hay alguien que se ríe de
cualquier boludez, pero el problema no es que las paredes oyen; es que oyen mal, pero igual después
opinan y hasta se ríen de sus propios chistes. Es por eso que yo le aconsejo que afloje un poco con
su pulsión autorreferencial, ¿entiende?
—No.
—Entiendo que no me entienda, me viene pasando con todo el mundo. Me va a
tener que pagar entonces.
—Tengo un billete de 100, doctor, ¿tiene cambio?
—No, pero no hace falta.
—Ah, me cobrará 100 pesos.
—Ajá, usted es de esos que nunca entienden nada hasta que sacan la
billetera y logran comprender todo. No entiende qué significa un aumento de tasas hasta que llega
la boleta y tiene que poner 25 pesos más para mantener la mugre en la vereda. Usted cree que a fin
de mes se llega bien en colectivo hasta que le toca garpar el boleto y ve qué difícil que es. No me
sorprende, lo dijo Marx: por la plata baila el mono.
—¿Hay un Max en Bailando por un Sueño? Debe ser un soñador, porque famoso
no es.
—Debo admitirlo, Marx no es tan famoso como la Tota Santillán. Y sí, si
usted quiere lo puede considerar un soñador.
—¿Y cuál es el sueño de Max, doctor? ¿Una multiprocesadora para el comedor
de la fundación de niños envueltos?
—De alguna manera, podría ser, pero en realidad Marx planteaba algunos
cambios más profundos.
—¿Por qué dice "planteaba"? ¿ya quedó eliminado? ¿Con qué famosa
bailaba?
—En algún momento estuvo con Madonna.
—La reina del pop, qué raro que quede afuera del Bailando. Ese jurado es
cualquiera.
—No, no era Madonna la reina del pop, era Madonna Quiroz, un exponente del
proletariado argentino del gremio del volante. ¿No se acuerda de Madonna Quiroz? El miércoles yo me
acordé todo el día de ese muchacho.
—¿Cómo muchacho? ¿Madonna es muchacho? Debe ser un famoso entonces...
—Upsss, se cortó la luz. Debe ser un corte preventivo para que no se
corte.
—¿Un corte preventivo, doctor? No entiendo.
—Ya le llegará la factura.