Le toca en suerte a Jorge Capitanich el desafío de sobresalir, para sus aspiraciones futuras, en un gabinete de Cristina. Desde que la presidenta ejerce el poder, por su particular estilo de centralidad política, fueron muy pocos (o ninguno) los casos donde un ministro de su elenco haya remontado vuelo con aire propio.
Por lo pronto, la vara que deberá saltar Capitanich en su nueva función es un tanto baja: reemplazará en la Jefatura de Gabinete a un funcionario como Juan Manuel Abal Medina, de una tarea desteñida en sus dos años en que permaneció en la oficina contigua a la presidenta, convertido más en un edecán que en un ministro coordinador de las áreas del gobierno.
A priori, la designación de Capitanich puede obedecer a dos propósitos vinculados: mostrarse como un ministro con poder delegado por la presidenta y desde esa vidriera comenzar a construir una candidatura presidencial en 2015.
Profesión de fe y lealtad al "proyecto" no le faltan. El chaqueño abrazó y propaló las medidas más duras del kirchnerismo; por caso la ley de medios (es el representante de las provincias en el Afsca). También fue un soldado fiel en la trinchera en el conflicto con el campo. Dos de las batallas políticas que definieron la identidad cultural del kirchnerismo.
Al mismo tiempo, Capitanich es un político que conoce y no abjura del "pejotismo", básicamente porque se ha formado y cobijado en ese universo elástico.
Pero por más lealtad que se tenga, resulta improbable que Capitanich haya decidido colocarse en un lugar caliente sin pedir nada a cambio. Habrá que ver cuáles son los movimientos que se producen en el interior de un Palacio (Balcarce 50), caracterizado por jugadas intrigantes, muchas veces alimentadas por la propia presidenta y que algunas de ellas han sido saldadas con las últimas movidas en el gabinete.