Para quien decide comenzar una carrera terciaria o universitaria tomar esa decisión, es decir, elegir una de entre varias opciones posibles, ya entraña una dificultad sobre todo por estar fuertemente teñida de incertidumbres. ¿Será este mi camino? ¿Podré? El no saber si la opción es acertada o no, requiere un proceso de evaluación dinámica, periódica. No obstante es deseable que la duda no sobrevuele todo el tiempo el ser-hacer-estar de la persona (y su entorno). Si fuera así, podría transformarse en una duda que corroe la posibilidad de entrega sin reparos, requerida para afrontar las demandas internas y externas para una acción plena.
Los miedos van a servir en la medida que ayuden al alerta, a pedir y recibir ayuda, a estar dispuesto al esfuerzo que implica llevar adelante un proyecto cuyo eje sea, en este caso, seguir exitosamente estudios terciarios o universitarios.
Los muy ampliados desafíos que se presentan a quien decide hacer una carrera de los niveles mencionados, respecto a la etapa educativa previa, hace que los estudiantes no tengan en general, idea clara de cuáles son los recursos con que cuentan para enfrentar la experiencia. ¿Cuáles son las competencias que demanda a cada uno vivir con satisfacción y ajuste al medio nuevos desafíos sociales, cognitivos, emocionales, motivacionales? Lo que sí se puede prever son niveles de novedad, complejidad, abstracción y eficacia altos.
Más de un camino. Interesa poder pensar al estudiante no flotando en la nada sino llegando a una institución, con personas que podrán estar listas para recibir, contener, orientar, co construir con quien así lo quiera opciones, cauces para la acción (en sentido amplio), teniendo presente que hay siempre más de un camino para ir a un lugar. Digo esto porque el transitar esta etapa supone, además de la incorporación de saberes disciplinares específicos, el proceso de las personas hacia la autonomía en interdependencia.
Creer, de modo ingenuo que con los mismos recursos del nivel educativo anterior este alumno va a poder enfrentar los desafíos que plantea una carrera terciaria o universitaria y/o que espontáneamente aparecerán los recursos personales necesarios para ello, perpetúa infantilismos. Ahí suelen aparecer los “no puedo”, y ciertamente es así. Lo que también es cierto es que entonces emergen oportunidades de co construir, perfeccionar intencionada y deliberadamente los recursos que hacen falta para sí poder.
Esto requiere de un proceso con acompañamiento experto, que conduce a la toma de conciencia de sí, del contexto, de la tarea, habilitando de esa manera la opción de regular, planificar y ejecutar las acciones acordes con los objetivos. Conocer o poder anticipar dificultades, administrar tiempos y otros recursos disponibles y ponerlos en juego, ir evaluando la trayectoria, permite asumir-se como persona activa y responsable que administra los propios aprendizajes. Es fundamental recordar que entre los aprendizajes imprescindibles se incluye el de “querer poder” estar con otros, aprender con otros, sin dejar de ser uno mismo.
Experiencias. Las competencias, que resultan del entramado dinámico de emociones, motivaciones, valores, actitudes, funciones cognitivas eficientes, pensamiento estratégico, factores sociales, creencias, actividad metacognitiva, etcétera son disposiciones para la acción y demandan adecuación a cada contexto para ser apropiadas. Las experiencias de aprendizaje profundo que van construyendo y usando los alumnos, los van enriqueciendo como personas para afrontar los desafíos que encontrarán en sus vidas y como profesionales.
Se puede prever que con esfuerzo (y sin sufrimiento) se intensifica una fuerte dinámica para aprender, desaprender y reaprender, que no excluye el error como fuente necesaria (e inevitable) de información que permite reajustar y redireccionar trayectorias.
(*) Coordinadora de los talleres “Aprender a aprender”.