El año electoral empieza a avanzar y la segunda semana completa que cumple 2015 ya deja a las claras que los próximos serán meses difíciles. Tiempos que debieron haber sido previstos o al menos tendrían que generar discursos o frases emitidos con mayor cautela por parte de las autoridades.
Diciembre de 2014, por cierto muchísimo más tranquilo que los anteriores, dejó en evidencia algo que podría traducirse en la frase de una canción: “La calma que antecede al huracán”.
Apenas empezó el año, sobrevinieron otra vez los piquetes y las protestas. Los manifestantes volvieron a ubicarse frente a la Municipalidad y cortaron importantes ingresos a Rosario. Si sirve como ejemplo, arribar desde Buenos Aires a la ciudad el martes pasado fue como mínimo complejo. Y desgastante. Miles de personas no pudieron completar sus actividades, gran parte de ellas sufrieron serios perjuicios por no haber llegado a tiempo.
Las interrupciones al tránsito en el ingreso a la ciudad por la autopista frente al barrio Las Flores o desde Villa Gobernador Gálvez obligaron a tomar caminos pocas veces transitados por quienes viven inmersos en Rosario y usan las vías tradicionales. Así, fue elocuente que no existen arterias alternativas en condiciones para entrar o salir de la ciudad. Sólo viejas rutas en pésimo estado que usan los resignados habitantes de poblaciones pequeñas, quienes no tienen otra opción. Cientos de camiones y automóviles formaron filas extensísimas que obligaron a circular a paso de hombre sobre pavimento desmarcado, ondulado y roto para, en el mejor de los casos, tocar destino dos horas después.
Finalmente, tras ocho días, se logró una frágil tregua en el piquete en la autopista a Buenos Aires y la Justicia Federal ordenó a Gendarmería que impida un nuevo corte. Nada se sabe de lo que podría ocurrir en las próximas horas. Las autoridades comunicaron que la protesta, por acceso a la vivienda, fue organizada por sólo cuatro familias, aunque con incidencia en cientos de miles.
Inflexión. En diálogo exclusivo con La Capital, la intendenta Mónica Fein había señalado que “todas las acciones llevadas adelante para combatir la violencia serán un punto de inflexión para 2015”, además de hablar de que el año pasado terminó “mucho mejor” que como empezó. Es cierto. Pero hubiese sido preferible que el árbol no tapara el bosque. Es que los gobernantes suelen ser esclavos de sus palabras: quienes dijeron que la salida de Gendarmería sería reemplazada (en su amplio sentido) por los nuevos efectivos policiales de la provincia, se equivocaron. Apenas los uniformados federales dejaron la ciudad, recrudecieron los robos y la violencia.
Hace pocos días, el centro de salud de Rouillón al 4300 cerró sus puertas porque el personal volvió a sufrir ataques al ir o salir de sus actividades en el barrio. Los trabajadores dijeron a la zona Toba regresó la inseguridad.
Luego del dramático debut de la Policía de Acción Táctica (PAT) ya que cuatro de sus integrantes fueron puestos en disponibilidad ante la muerte de un joven de 23 años que quedó en medio de un tiroteo, su nuevo jefe se excedió con las palabras. Fue otra muestra de la falta de mesura en tiempos tan confusos. “No vengo al fracaso sino a atropellar, a triunfar”, afirmó Adrián Forni. Ojalá que a esa confianza no se la lleve el viento.