De japoneses y argentinos
La tragedia que está viviendo Japón desató en Argentina una catarata de elogios a la actitud con que los habitantes de ese país están afrontando la adversidad, algo sin duda admirable. Pero no es mi intención ahondar en ese rasgo, sino en desnudar la a veces oculta y otras no tanto carga intencional que conlleva gran parte de estas opiniones vertidas por periodistas y columnistas de distintos medios...
20 de marzo 2011 · 18:08hs
La tragedia que está viviendo Japón desató en Argentina una catarata de elogios a la actitud con que los habitantes de ese país están afrontando la adversidad, algo sin duda admirable. Pero no es mi intención ahondar en ese rasgo, sino en desnudar la a veces oculta y otras no tanto carga intencional que conlleva gran parte de estas opiniones vertidas por periodistas y columnistas de distintos medios.
Sería algo así como “¡mirá qué ordenados, disciplinados, respetuosos, qué sentido de comunidad que tienen los japoneses!” En cambio, “¿qué pasaría si eso sucediera en Argentina? ¡Seguramente habría saqueos, caos, pánico, sálvese quién pueda…!”.
Este repentino “descubrimiento” de Japón por parte de muchos argentinos, que hasta antes del terremoto era sólo una nación lejana, exótica, extraña, no parece tener como único fin elogiar su supuesta idiosincrasia, sino más bien pretende forzar una comparación con la nuestra, que según esta mirada es la de un país desordenado, ineficiente, improductivo, llena de vagos, individualista y una larga lista de adjetivos descalificativos.
Detrás de esta cosmovisión además se deja ver cierto regocijo, cierto goce cuando se señalan las cualidades que tienen los japoneses y las carencias en contraste que supuestamente tenemos los argentinos.
Son extrañas, llamativas, estas expresiones que circulan por los medios argentinos que apuntan a degradar la autoestima colectiva. Más allá de que identificar determinados estereotipos de cada pueblo es algo absolutamente superficial y obliga a uno a caer en generalidades, ¿qué es realmente lo que se busca cuando se degrada la propia imagen? Una cosa es la autocrítica (que es saludable y hay que sostenerla sistemáticamente), y otra la autodestrucción.
Sucedió hace poco también cuando en Chile se rescató a los 33 trabajadores atrapados en una mina. Ciertos medios y dirigentes se preguntaron qué habría pasado si esa tragedia hubiese tenido lugar en nuestro país, dando por sobreentendido que en Argentina esos operarios nunca hubieran podido ser salvados.
Sólo por dar un ejemplo de ambos casos, hay que leer el texto que en su momento escribió el analista Rosendo Fraga (“Los mineros y la imagen de Chile”) y el que hace unos pocos días publicó Esteban Peicovich sobre Japón (“No cualquiera es japonés. Radiografía del país menos argentino del mundo”).
"Es como que los argentinos que realizan críticas despiadadas hacia su país no tuviera nada que ver con lo que ocurre. En otras sociedades, las críticas hacia la propia sociedad suelen estar más escondidas. Me sorprende lo duro que pueden ser los argentinos con ellos mismos", señaló asombrada la psiquiatra chilena Adriana Schnake en una reciente visita al país.