"Amor con amor se paga", se leía en una cartulina escrita a mano. Si la pregunta fuera "¿el kirchnerismo constituye una cultura política?", la respuesta es sí. "¿Constituye una subjetividad intensa?", sí. "¿Está listo para articular una nueva alianza de mayorías?", seguramente no, al menos por ahora.
Ayer hubo lluvia, charcos profundos, barro, zapatos exhaustos, paraguas que se destartalaban de tanto trajinar, y hasta un vendedor oportuno que ofreció "el pilotín de Cristina", un plástico doblado hasta quedar del tamaño de una mano, y que traía la promesa de cubrir armoniosamente todo el cuerpo. Y evitar lo que a esa altura parecía inevitable, mojarse.
Cristina lo hizo, otra vez. Como en las artes marciales orientales, tomó en el aire el golpe adversario, y lo convirtió en golpe propio. "Si ganaba Scioli, que es un poco débil, no lo dejaban gobernar. Entre ella y el resto hay un abismo, se extrañó mucho, fueron meses difíciles", explicó Celia a LaCapital, ya sentada en el tren de la línea Mitre y rumbo a Villa Pueyrredón, su barrio. Celia (60), como muchos, tomó el tren sola, a las 7 de la mañana hacia Retiro. Pero volvió con muchos, en un vagón que se movía, juguetón, al grito "el que no salta tiene cuenta en Panamá".
"Hoy nació La Bonadio", decía sonriente, un concejal kirchnerista de Rosario que viajó ayer hasta la avenida Comodoro Py. La escena se produjo sobre el final de la masiva y extraña movilización, y ya bajo al reparo del gigantesco hall de la estación Retiro del ferrocarril Mitre. Que junto a las otras dos terminales ferroviarias, por cercanía con el epicentro judicial, se convirtieron en predios techados anexos de la movilización.
Es que Bonadio lo hizo, repuso a Cristina. Y por el arte de lo impensado, allí donde la política y fútbol se tocan, CFK consiguió la movilización popular más grande de las últimas décadas en la Argentina, de entre 150 y 200 mil personas, bajo la lluvia, en día laborable, y a las 9 de la mañana.
La legión kirchnerista volvió a encontrarse con su jefa política; luego de cuatro meses. Nada cambió mucho en la Argentina, en un semestre: el kirchnerismo sigue siendo la única fuerza política que puede tomar la calle.
La militancia, protectora, voceó el clásico "si la tocan a Cristina?", pero la jefa política recomendó "no se preocupen por mí, peleen por sus derechos".
La avenida que se hizo famosa, y que emparenta su nombre a la vidriosa Justicia federal porteña, Comodoro Py, se distingue por un aspecto, su amplitud; no menos de 40 metros de ancho, unos 12 carriles entre las dos manos. Son las 10 de la mañana y está todo lleno, intransitable. El escenario improvisado se ve lejos; y el discurso de la ex presidenta, luego, ni siquiera una letanía. No se escuchará nada.
Una militante en sillas de ruedas demuestra destreza con su vehículo entre los charcos. Y aporta un elemento clave, una radio: por donde sale la voz de Cristina que habla desde allá lejos.
La hermanad militante es total. Varios camiones que transportan containers quedaron vacíos en las cercanías del acto. Los militantes los toman como plataformas para mirar un poco desde arriba. "¿Hasta dónde llegamos?" se pregunta una chica envuelta en una bandera argentina. Usa sin titubear el "nosotros". Subir y bajar a una plataforma de un camión semirremolque, bajo la lluvia, no es una actividad habitual para hombres y mujeres poco ágiles. Pero una cadena humana de ascenso y descenso asistido lo hace posible. Cristina protege a todo el pueblo kirchnerista. Aunque parezca raro, ayer a la mañana hubo una celebración en Comodoro Py.
Hubo comunión kirchnerista, volvió Cristina.