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a actualidad del sector agropecuario en la provincia de Santa Fe transita un momento optimista por los excelentes rindes y precios que se esperan para la inminente cosecha de soja, aún así, los efectos colaterales de la agricultura industrial pampeana modelo 2014 plantean una serie de desafíos sociales y económicos que hacen tambalear la supervivencia de buena parte de los actores agrarios a mediano y largo plazo.
Así lo evaluó Luis Cotigiani, el secretario de Agricultura de la provincia, quien sostuvo que desde su cartera sienten "una mezcla de optimismo y preocupación" hacia el sector agropecuario regional. "Optimismo por lo que es el potencial productivo del sur de la provincia, pero preocupación porque no genera sustentabilidad ni desarrollo, no fortalece a los pueblos del interior, y tampoco termina fortaleciendo al sujeto agrario", dijo.
En charla con Agroclave durante su recorrida por Expoagro, el funcionario repasó la diversidad productiva de Santa Fe ("en el sur sólo conocen la soja") e insistió en la necesidad de fomentar un mundo rural donde la producción de alimentos concuerde con criterios de sustentabilidad y alta calidad productiva para que la renta "no vaya sólo a los ladrillos o la reposición de maquinaria".
—¿Cómo ve el escenario agropecuario para esta campaña en la provincia?
—El panorama agropecuario del sur de Santa Fe es muy optimista, tanto por el lado del rendimiento de la soja como del potencial productivo, ya que se esperan rindes muy importantes por encima de los promedios históricos. Con lo cual Santa Fe, en soja, va a traspasar la barrera de las 10 millones de toneladas con facilidad. A eso hay que sumarle que en términos de rentabilidad e inversión, el productor hizo la campaña con un dólar a 5 ó 6 pesos, con lo cual el aumento posdevaluación que tiene la soja en Argentina, más una implantación de cultivo a un dólar distinto al actual, más el aumento de la productividad por el tema productivo y climático, va a dar una renta importante. La expectativa desde el gobierno de la provincia es ayudar a generar las condiciones políticas para que toda esa rentabilidad pueda ser volcada al agregado de valor, a los proyectos asociativos y a la industrialización. Si toda esa potencial renta productiva sólo termina en ladrillos en las grandes ciudades o modernizando —en buena hora— el parque de maquinarias agrícolas, no nos alcanza como país para cerrar la brecha social, ni para garantizar la sustentabilidad económica y social.
—¿Qué elementos faltan para garantizar otras opciones de inversión que las que menciona?
—Si Argentina no genera una política de industrialización usando varias variables como el crédito o las tasas de interés, si no podemos inducir a una alianza estratégica entre el mercado externo y el interno y a no seguir desacoplados, vamos a tener estas dos velocidades o situaciones: cosechas extraordinarias con rentabilidades muy importantes, pero que en términos de sustentabilidad no van a generar masa crítica, ni integración social, ni agregado de valor. Un informe de la Bolsa de Rosario de hace algunos años dice que la cadena sojera, desde que sale del campo hasta que llega a las puertos genera por hectárea y por año 1,6 hora de trabajo/hombre. Otro dato: se necesitan 16 hectáreas de soja para reemplazar un tambo en términos de mano de obra. Otro más: toda la cadena de conversión de vegetales en proteína animal —según un estudio del Inta—, genera 9 a 10 puestos de trabajo por hectárea, mientras que la soja genera un puesto de trabajo cada 100 hectáreas. Entonces sentimos preocupación porque no genera sustentabilidad ni desarrollo, no fortalece a los pueblos del interior, y tampoco termina fortaleciendo al sujeto agrario.
—¿Qué políticas serían necesarias para cambiar ese paradigma?
—Argentina debe andar en las 210 mil explotaciones agropecuarias, de las cuales 60 mil son minifundistas. Para 34 millones de hectáreas no cierra. Faltan políticas macroeconómicas que generen sustentabilidad. Porque la competitividad está, el paquete tecnológico funciona, los precios y los rindes acompañan. Lo que falta es la rueda del desarrollo.
—¿Se ha modificado el sujeto agrario en las últimas campañas?
—Antes de la devaluación esa era una preocupación. Se repactaban los precios de los alquileres, y aunque no vi bajas en los precios, la preocupación de los grandes jugadores estuvo. Ahora, yo no vi cambios en el propietario mixto del típico pueblo del sur de Santa Fe, del que es propietario, y también hace arrendamiento y servicios. Ese propietario-productor se preocupó por mantener la escala de superficie que tenía, y si podía la aumentaba. Si vi un reacomodamiento de los grandes sujetos agrarios surgidos en la última década, pero lo han hecho desde otra lógica, desde como se ajusta el agronegocio a sus estrategias. El chacarero mediano del interior se preocupó por mantener la escala.
—¿Cómo termina ese productor esta campaña, y cómo encara la próxima?
—Ese chacarero, luego de la devaluación y con el rendimiento de la soja que va a haber, va a tener oxígeno económico, pero protagonismo no lo sé, porque sigue estando amenazado en lo macro, que es la eficiencia productiva en escala. A largo plazo ese chacarero, con este modelo, la única que le queda es expandir su superficie aumentando la escala. A largo plazo está amenazado, aunque en la coyuntura va a tener oxígeno. Pero tendrá que encontrar una salida en el agregado de valor, porque si no la lógica será que el más grande se come al más chico, porque ese chacarero mediano para poder subsistir va a necesitar más campo, y a ese campo alguno lo va a ceder, y el que ceda ese campo será un productor que se va del sistema y que se convertirá en rentista, o algún productor que en la puja por los alquileres salió perdiendo, y eso no es sustentable.
—¿Cuáles son las grandes líneas de acción de la Secretaría para este año?
—Santa Fe no es sólo soja, tiene una matriz productiva muy diversificada, a eso en el sur no lo alcanzan a ver. En San Javier tenemos 40 mil hectáreas de arroz con variedades de punta, tenemos 140 mil hectáreas de algodón en el norte, tenemos una ganadería de cría también en el norte con una gran potencia genética, tenemos la lechería que aporta el 30 por ciento de la producción nacional con 4.200 tambos, tenemos la apicultura que es muy fuerte. La estrategia nuestra es acompañar y fortalecer la diversificación productiva, por eso estamos tratando de hacer todos los puentes posibles para conciliar mercado externo con mercado interno.
—¿Cuál es el papel de los pequeños productores en este escenario?
—Tenemos una mirada especial hacia el pequeño productor, con programas interesantes por ejemplo para el cabrito. Los pequeños productores del norte están vendiendo en Rosario porque la provincia supo colocar no el subsidio que no les cambia la vida, sino que les puso infraestructura, les compró un camión con cámara de frío, una envasadora al vacío, y una sala de faena. Nuestra visión es avanzar hacia el desarrollo rural pensando los agroalimentos desde lo local. Tenemos programas como el de agroindustria familiar que está apuntalando esa estrategia, o el programa de ganadería menor, o el programa de agua y forraje para que las pequeñas fincas resuelvan sus problemas de agua.
—¿Qué otros proyectos están manejando en ese sentido?
—Tenemos un sistema de comercialización con las pymes lácteas. La provincia tiene 40 pymes lácteas funcionando que hacen una variedad de quesos desde hace 60 o 70 años, y estamos inaugurando en abril en Rafaela el primer local que se llama Almacén de quesos. En el tema pyme láctea estamos trabajando con sistemas de comercialización novedosos, siempre apuntando a pensar los agroalimentos desde lo local, y ver cómo llegamos al mercado interno y al externo. Por eso decimos que acompañamos la competitividad y la tecnología, pero le queremos poner una visión de desarrollo y apuntalar una matriz de diversificación productiva desde lo local.