Lo que en una sociedad organizada lleva años de planificación, análisis profundo, debate extenso y la búsqueda de un consenso para edificar una realidad diferente, en el fútbol argentino se resuelve con una rapidez inusitada, como un rayo, que lejos de iluminar, lastima. Y también da lástima. La primera duda que surge con relación a la impronta que algunos directivos de la AFA le dan a una nueva modalidad de competir es: ¿por qué? ¿Qué cambió en el fútbol nacional para que haya una inquietud tan repentina para modificar las reglas de juego? ¿Cómo harán para tratar de ser ecuánimes? ¿Les interesa serlo? O en definitiva es que el descenso de un grande como River llevó a repensar todo de manera fugaz para evitar males mayores, y en ese sentido socializar el derecho de ascender sin siquiera medir que se traiciona lo esencial del juego, que no es otro que ganar el derecho compitiendo. Una determinación que no se sustenta en ser benévolos con 20, sino que oculta la criticable decisión de salvaguardar los intereses de unos pocos. Caso contrario la hubieran pensado antes.