"Son chicos, son adolescentes". Estos son los comentarios que más escuchan los estudiantes secundarios de parte de directivos y profesores cuando quieren organizarse en un centro que los represente. La subestimación a la edad quizás sea el problema menor. Un grupo de alumnos que busca conservar o tener su propia organización asegura que la escuela aún teme a "formar políticamente", sin darse cuenta que es lo que les permitirá "ser mejores en cualquier puesto laboral o profesión"; también que deben soportar desplantes, descalificaciones y hasta que los llamen "montonerito". En la provincia de Santa Fe ya tiene media sanción el proyecto de ley que promueve y regula la creación de centros de estudiantes en secundarios y terciarios, públicos y privados. Ahora está en Senadores. Su aprobación definitiva será un avance para la democracia educativa.
En las últimas semanas, la discusión sobre la participación política de los adolescentes en las escuelas fue tema en distintos ámbitos. Se sumaron opiniones de especialistas, funcionarios y educadores. Pero, ¿qué opinan los chicos, los protagonistas de esta discusión?
La Capital convocó a un grupo de alumnos de diferentes escuelas, que participa de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), para conocer qué piensan de este debate, en particular sobre los centros.
Se sumaron a la charla Priscila Montero (17 años), alumna de 5º año del Colegio Boneo; Candela Flores (17 años) y Guillermo D'Angelo (18 años), alumnos de 5º y 4º del Liceo Avellaneda: Emiliano Berra (18 años), de 4º año de la Escuela Nº 411 y Milena Garnero (15 años), de 3º, del Normal Nº 3.
Las experiencias de contar o no con centros de estudiantes son diversas. Sólo, de los presentes, el Normal Nº 3 logró rearmarlo este año. El resto está en vía de conformación, organizándose con delegados o reuniendo firmas. Dicen que lo común es "no tener apoyo de los directivos", en todo caso de "algunos profesores", y que lo corriente es que les pongan "trabas" a la participación.
"Nos han dicho que somos estudiantes y no nos tenemos que meter en las cuestiones edilicias del colegio", cita Milena como ejemplo de las respuestas cotidianas cuando los alumnos plantean interés por las condiciones de aprendizaje.
"El temor mayor que tienen los directivos es que nos organicemos para luchar por nuestras reivindicaciones, que es el derecho de todos. Hay un montón de cosas que nos parecen injustas o que faltan. Y muchos piensan «claro, son chicos, son adolescentes». Nos desmerecen bastante y hasta piensan que sólo nos interesa «salir». Y no es así. Nosotros estamos luchando por obtener lo que creemos más justo", reflexiona Priscila.
Para Emiliano es clave que se apruebe la norma que regula el funcionamiento de los centros: "Algunos profesores nos plantean que formemos una especie de cooperativa. Yo no estoy de acuerdo con eso, no es lo mismo que un centro. Pero la verdad es que hay muchos chicos que no saben de qué se trata, por eso es muy importante que salga la ley, porque ayuda a organizarse".
El resto de los chicos acuerda con la apreciación de Emiliano y agrega que la ley ayudaría a hacer crecer la presencia de los centros en las escuelas, como "ocurrió en la provincia de Buenos Aires".
"Miedo a la política". En la charla aparece el "miedo a la política" de los adultos, a que los chicos tomen parte de este aspecto de la vida. "Es que subestiman a la juventud. La escuela no quiere formar políticamente a los alumnos. ¿Y por qué no? Si somos los futuros votantes, es importante formar seres políticos", analiza Milena.
Según considera Guillermo, esta mirada negativa tiene parte de su explicación en los 90. "Es consecuencia de lo que instaló el neoliberalismo, de considerar a la política como mala palabra o corrupción. Nosotros pensamos todo lo contrario: la política es la herramienta que tiene un pueblo para transformar la realidad. Además nosotros vamos a crecer y vamos a conducir el país, y no hablo de ocupar puestos políticos, sino desde cada puesto laboral, desde cualquier profesión".
Candela plantea con cierto dolor que a veces en la escuela se sienten exponiendo lo que piensan en una relación que no los favorece, más si se trata de sostener un debate. "Los chicos escuchan mucho a los profesores y por ahí si un profesor te bardea cuando estás dando una opinión, te deja mal expuesto delante de todos tus compañeros, y uno no puede imputarlo", expresa.
En la conversación se cruzan otras inquietudes. Hablan de que la "escuela no contiene", "más bien excluye y discrimina"; que "hay maltrato de algunos profesores y directivos"; que "muchos pibes repiten y van dejando" y eso no se discute. Por eso consideran que "los centros pueden ser formas alternativas, un lugar de contención, de integración de los estudiantes".
"Lo primero que se hace cuando un chico le pega a otro es amonestarlo o expulsarlo, nunca se le pregunta qué es lo que le pasa, por qué llega a eso", agrega Candela como ejemplo de lo que conoce de distintas realidades.
También hablan de las denuncias recientes sobre "la irrupción de agrupaciones políticas, como La Cámpora en las escuelas santafesinas". "Eso es un invento que busca desmerecer a los chicos, meter miedo haciendo pensar que se les «lava la cabeza»", coinciden sin darle más crédito a estas declaraciones de funcionarios. Y por el contrario, valoran "que desde 2003 se haya dado un crecimiento importante del ingreso de la juventud a la política".
Una de las razones por las que en Santa Fe se dificulta la formación de los centros en las secundarias, es porque el Ministerio de Educación provincial los homologa con las llamadas "Rondas de convivencia", donde debaten los alumnos con la presencia de profesores.
"Sabemos que existen, pero estas «rondas» son como tener un centro de estudiantes intervenido por los profesores y directivos, es como si los trabajadores tuviesen al empleador, a la patronal, adentro del sindicato", aclara Guillermo.
Al final, la charla se vuelca a la esperanza de contar con una ley que favorezca la participación de todos los estudiantes en las escuelas. La sensación que queda es que vale la pena escuchar a los chicos.