—Me permitirán, aunque tengo cartas pendientes de publicación, hacer referencia hoy al acto con el cual el Colegio de Abogados de Rosario rindió homenaje al abogado Guillermo Feil, joven víctima del accionar delictivo que no cesa. Me congratulo, pero sin vanidad ni ufanarme dadas las trágicas circunstancias, por cuanto nada menos que un hombre de la talla del doctor Arturo Araujo en cierto modo ha coincidido con la prédica y mensaje que hemos dado aquí y en otras columnas con relación al delito, su auge y sus consecuencias. Se ha preguntando el presidente del Colegio de Abogados: "¿Qué se hace para proteger la vida de personas inocentes como el doctor Feil"? Doctor Araujo, me permito responder a esa pregunta interpretando el pensamiento de gran parte de la comunidad argentina, por no sostener que la mayoría: nada, no se hace nada, muy pocos hacen algo serio y contundente. No queremos hoy, ni jamás, aprovechar las circunstancias y humillar a aquellos abolicionistas (que muy lejos están de ser garantistas) que en materia social viven en el limbo, o enceguecidos por una doctrina o una idea que no les permite ver, con claridad, la escena cotidiana en la que se desenvuelve el hombre común. No queremos caer en la bajeza (no es nuestro estilo) de sacar provecho de una tragedia y ridiculizar, aunque fuera con sutilezas y elevación, a esos funcionarios judiciales que alguna vez retrucaron nuestras definiciones respecto de ciertos asesinos (la propia realidad y la gente se encarga de ellos). Tampoco queremos cargar las tintas sobre el gobierno nacional ni provincial (mucho menos sobre este último cuya gestión recién comienza), pero es hora de que algunos comiencen a pensar responsablemente en un flagelo que avanza sin que se le oponga ninguna resistencia. Es cierto que más penas no garantizan menos delitos, pero también es cierto (por una ley inexorable de proporcionalidad inversa) que a menos penas más delitos por goce de impunidad. Es decir, señores gobernantes, señores funcionarios, señores catedráticos, es muy cierto que para combatir la criminalidad de modo eficiente y eficaz es necesario ganar la guerra contra la exclusión social, pero mientras tanto ello ocurre, no se puede proseguir con la teoría de las cárceles abiertas, ni el beneficio de la libertad condicional para quienes, con pergaminos interminables de antecedentes, no más traspasar el umbral de la prisión harán de las suyas. Y estas "de las suyas", señores, comprende nada menos que la vida. En el transcurso de estos últimos meses en el país, e incluso en la provincia de Santa Fe, se han registrado hechos gravísimos. No sólo homicidios, sino robos y, lo que es preocupante, alguien ha ensayado en esta provincia, robos en banda y con máscaras. Para quien sabe del tema esto no deja de merecer un análisis que no es del caso darlo hoy. Algún observador, ducho en cuestiones policíacas y judiciales ha sostenido, para el orden nacional, que ciertos hechos se han tapado o se han minimizado. No quisiera pensar que la delincuencia se bajará del mismo modo que se intenta combatir la inflación: dibujando los índices o tapando la realidad mediante la desinformación. Coincido con el doctor Araujo en cuanto a que combatir con éxito el delito (que no significa erradicarlo en su totalidad) no puede, de ningún modo, demandar años.