—Mi querida hija, cada tanto me manda unos mails con mensajes muy
interesantes y ella gusta de tener siempre como leitmotiv en sus correos una frase que va cambiando
cada tanto. La última, y que acabo de leer en un mail que esta mañana me mandó y que ella titula
"No te rindas", tiene ese pensamiento que, casualmente, se vincula con el tema que deseaba tratar
hoy. Dice así: "Y me hablaron de futuros fraternales, solidarios, donde todo lo falsario acabaría
en el pilón y ahora que se cae el muro ya no somos tan iguales, tanto tienes tanto vales". Y a
propósito, digo lo que quería decir.
—Adelante; pero primero, déjeme que mientras observo lo que escribe vaya escuchando
esa melodía que nos acompaña siempre, que nos embarga en ocasiones de tristeza, pero que nos
repleta de esperanza: la banda musical de la película "La lista de Schindler". Escriba, mientras
escucho y leo.
—Voy a morir, no sé cuándo, no sé cómo. Tal vez hoy, tal vez mañana. No
quiero irme así, con mis ojos despojados y mi alma medio vacía. Casi vacía sí, porque ¿¡cómo podría
estar completa cuando otros no se completan!? ¿¡Cómo podría ella no llorar cuando otros lloran!?
Voy a morir, tal vez hoy, tal vez mañana, más no quiero irme con la ausencia de imágenes
soñadas.
—¿Y qué cosa quieren ver sus cansados ojos mi querido y viejo amigo?
—Quiero ver a ese joven lleno de sueños, que hoy le son arrebatados,
despertarse a la realidad anhelada. Quiero ver a ese trabajador que cada mañana parte hacia su
trabajo con la espalda encorvada por la injusticia, y dolorido su corazón por su destino y el de
sus amados, con el rostro sonriente, con el entusiasmo que crea, con la paz que le da sentido a la
vida, quiero verlo satisfecho por un salario justo y una vida digna. Quiero ver a ese jubilado (que
hoy se sienta en una plaza a mirar hacia atrás, dibujada en su rostro esa tristeza acendrada por el
último tiempo, ese del jubileo, transformado en tiempo sufriente y tortuoso), caminando los últimos
pasos tomado de la mano de su amada, de su amado, con el rostro satisfecho, mientras una caravana
de hijos y de nietos, sonrientes, los aplauden y se regocijan en su regocijo. Quiero ver a ese
profesional que acaba de recibirse, acogido para felicidad de su vocación y con respeto para su
salario. Quiero ver a ese pequeño comerciante o emprendedor alentado y no robado por el Estado.
Quiero ver orden y que este no se confunda con alarmante y repudiable represión. Quiero ver
conciliación y cortesía en las calles y no enojo, consideración y no resentimiento, compañía
espiritual y no mera permanencia al lado, quiero que los seres sean amados como deben ser amados.
Quiero, antes de morir, ver luces de amor por todas partes y no sombras de odio y resentimiento,
quiero ver perdón y no condena, compasión y no venganza. Quiero ver en la mirada de mis hijos la de
todos los hijos del mundo y que esas miradas, llenas de paz y alegría, me dejen ir en paz mientras
pronuncio mis últimos palabras: "El corazón de Dios se ha realizado en el corazón del hombre".
Mientras tanto, querida hija, a pesar de mis caídas, no me rindo. Pero tampoco te rindas, ni se
rindan los hijos del mundo, porque no están solos y porque los queremos como ellos nos quieren. No
se rindan, porque como yo, muchos quieren partir felices, a pesar del misterio de la muerte y de la
nostalgia de los últimos días.
Candi II
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