En el centro de Rosario ya no entran más autos. En eso todos están de acuerdo, pero es difícil llegar a un consenso con cada uno de los sectores para desalentar el ingreso de automóviles particulares.
En el centro de Rosario ya no entran más autos. En eso todos están de acuerdo, pero es difícil llegar a un consenso con cada uno de los sectores para desalentar el ingreso de automóviles particulares.
La Municipalidad lanzó el jueves una batería de medidas para lograr el objetivo de que las calles del casco antiguo rosarino se conviertan en arterias mucho más tranquilas. Sin embargo, cuando gran parte de los ciudadanos esperaba una decisión contundente, como prohibir la circulación privada en el microcentro, esa medida no se anunció. Es verdad, se trata de un golpe de efecto que generará polémica, pero debería ser el broche de oro de las medidas de mayor o menor efecto que se han venido concretando con los años.
Esta decisión sí se tomó en Capital Federal y, muy pronto, empezó a tener resultados positivos. Algunos datos indican que el tránsito en la zona más congestionada (de lunes a viernes, de 11 a 16) descendió a más de la mitad. De este modo, se pudo concretar un objetivo que desde hace años estaba presente en la agenda de la ciudad: disminuir ostensiblemente la circulación de autos.
Rosario podría tomar idéntica medida y sumarla a los proyectos de movilidad sustentable que ya existen y que se plasman a cuentagotas en el marco de severas peleas políticas con los concejales y empresarios que, a veces, creen equivocadamente que cogobiernan la ciudad.
Para mejorar las condiciones de seguridad vial de los miles de peatones que diariamente circulan por el área central, además de disminuir la contaminación ambiental reduciendo la emisión de gases y bajando los niveles de ruido, entre otras cosas, es necesario herir ciertos intereses. La búsqueda del bienestar para las mayorías implica enfrentamientos que deben ser asumidos. Y contemplar cada posición puede terminar generando problemas.
La vehemente oposición de los vecinos y empresarios de Salta entre San Nicolás y Oroño quebró los planes originales para la instalación de una ciclovía tras el pedido de que se mantuviera el estacionamiento. Así, la bicisenda entre el cordón de la acera y el espacio para estacionar a su derecha, más el doble parking de las calles laterales resultó una mezcla desagradable.
No son pocas las quejas de los rosarinos a quienes se les dificulta el tránsito (en auto o en bicicleta) y el estacionamiento en esa zona.
Tampoco escapa a los habitantes de la ciudad un fenómeno que no se detiene en los barrios. Si bien allí la circulación vehicular es menor y no se producen molestos cuellos de botella que sí hay en el centro a cada instante, existe una absoluta desaprensión a las normas. Suele ser muy común que los vehículos se desplacen de contramano y crucen semáforos en rojo en sitios que los inspectores de tránsito o la Guardia Urbana Municipal (GUM) jamás recorren. Y ni hablar de las motos con conductores sin casco y las picadas que amplían cada vez más su radio de acción en todos los distritos. Lugares que, como en el centro, esperan definiciones.