¿A qué viaja la presidenta mañana al Vaticano? ¿Cuál es el sentido del nuevo encuentro de Cristina con Francisco? “Mostrar desde Roma que sus últimos años de gestión serán de concordia y respeto” dice en privado un secretario de Estado que accede diariamente al despacho de la primera mandataria. El gesto de duda de este cronista anima al funcionario para agregar: “Cristina ha empezado su aterrizaje con miras al 10 de diciembre de 2015 y está pensando más en la historia que en el día a día”.
Semejante hipótesis no deja de tener ribetes extraños. ¿Puede creerse que estos 20 meses de conclusión de gobierno sean distintos? El discurso ante la asamblea legislativa de la presidente que evitó zamarreos a la oposición, ¿se inscribe en un nuevo tiempo de armonía que también incluye una nueva visita al Papa? Sobre esto último, es sintomático que las calles de la Capital Federal hayan amanecido ayer empapeladas con un saludo al ex cardenal Bergoglio por su primer año de pontificado. Es la foto del mismo hombre al que le vaciaron la catedral en los tedeums del 25 de mayo para evitar escuchar sus críticas sociales y sobre el que se escribieron dossiers repartidos entre cardenales para evitar su elección. Por lo demás, ni una golondrina hace verano ni un par de gestos externos pintan una personalidad política.
Si algo ha caracterizado estos diez años de gobierno ha sido el poco apego a la concordia con el pensamiento diferente, por no decir el aborrecimiento a esa postura. Quizá sea demasiado temprano como para determinar cuáles son los adjetivos rápidos y gráficos que caracterizaron este tiempo, al menos hablando desde la herencia cultural. Los 90 fueron la pizza con champagne, símbolos claros de la exaltación de la superficialidad y de la frivolidad a cualquier precio. Desde el 2003, seguro, habrá que anotar la ponderación positiva de la intolerancia como modo de hacer política. No se habla de la legítima defensa en la intransigencia de principios básicos que todo proyecto político (toda persona) tiene. Una cosa es defender, por ejemplo, al Estado presente en la economía, la defensa de los derechos humanos o la postulación de la movilidad social ascendente. Otra muy distinta es ser intolerante a la hora de escuchar opiniones divergentes para alcanzar esos objetivos. El intransigente defiende calidades morales que son innegociables. El intolerante desprecia lisa y llanamente al límite al que apenas piensa distinto, al límite de querer sacarlo del juego.
La doctora Kirchner accederá por segunda vez en un año a un mano a mano, de agenda abierta y sin duración previamente establecida, con el Papa Bergoglio. Ningún otro mandatario del planeta tuvo ese privilegio. Es ella la que gana más con el encuentro y desde el centro del poder se especula con que será aprovechado para conseguir empatía con un sector de la sociedad nacional del que aparece divorciada. Habrá que ver si él funge de testigo de un nuevo y distinto tiempo de la política argentina.
Mientras el centro de atención nacional se desplazará por unas horas al Vaticano, la política santafesina sigue mirando hacia Rosario. La inseguridad diaria que afecta de manera común a esta ciudad se acompaña con los hechos extraordinarios que ponen como víctimas a funcionarios encargados de preservar el orden. Las amenazas a Raúl Lamberto y la patoteada cinematográfica a un coche oficial son de una gravedad inusitada. En círculos oficiales se niega que se hayan producido más episodios como estos y que no es cierto que no se difunden para no agregar más zozobra y temor a la población. La procuradora Alejandra Gils Carbó visitó la provincia y se fue impactada del nivel del relato de sus fiscales. Uno de ellos le dijo que tenía redactada su renuncia ante el temor por su familia. La magistrada quedó convencida de que debe crearse un fuero especial contra el narcotráfico y dotar de una fuerza y protección especiales a sus integrantes. Sobre todo, sabe que no hay demasiado tiempo para hacerlo si se quiere dar pelea en serio a este flagelo. Aseguran que ya lo ha planteado en el Poder Ejecutivo y que contaría con la venia del juez Raúl Zaffaroni, siempre escuchado en Balcarce 50.
Mientras tanto, desde los partidos políticos sólo se juega a tejer y destejer con miras a encontrar candidatos para la Casa Gris cuando Antonio Bonfatti deje su cargo. El radicalismo amenaza (otra vez, ¿y van?) con romper el Frente Progresista si el socialismo no le cede el primer lugar en la fórmula. El partido de la rosa luce en aparente encolumnamiento con Miguel Lifschitz aunque algunos malician internas. El peronismo debate si Agustín Rossi tiene todavía chances, si Omar Perotti va a jugar en serio dejando la tibieza y la navegación a dos aguas o si María Eugenia Bielsa puede pasar por el Jordán pejotista. Otros nombres como el massista Oscar Cachi Martínez no esconde sus ganas y el ex intendente Alejandro Ramos, hoy en el ministerio de Florencio Randazzo, parecería estar dispuesto a dar pelea. Ninguno de ellos, hasta ahora, ha presentado una idea alternativa para combatir de manera seria y creativa al narcotráfico que tiene atemorizados a los santafesinos de cualquier extracción partidaria. Una verdadera pena.