La vida económica argentina atraviesa un período convulsionado donde algunos puntos de inflexión parecen marcar el escenario de lo que vendrá, tanto fronteras adentro, como respecto a la posición relativa del país a nivel global.
Sin gran crisis a la vista, pero con un proceso inflacionario persistente y una devaluación en marcha, el escenario a corto y mediano plazo estará marcado por suaves pedidos de ajuste por parte de la oposición, y ajustes suaves implementados desde el gobierno, en un contexto donde ya no queda lugar para recortes salvajes al estilo de los 90 pero tampoco alcanzan los dólares para sostener el ritmo de actividad ni de consumo por demasiado tiempo.
Con ese escenario relucen más que nunca los problemas estructurales que arrastra el país, y que tienen que ver con una crisis del sector externo cíclica atada a la falta de competitividad de vastos sectores, que sólo funcionan cuando el Estado compensa lo que no se invierte desde el sector privado con subsidios y políticas específicas.
De igual manera, el proceso inflacionario desatado desde hace al menos cinco años expresa en gran parte un entramado productivo oligopolizado donde pocos actores deciden los precios amparados por políticas que los protegen de la competencia externa, a cambio de preservar los niveles de empleo y cierto crecimiento.
Esos fueron algunos de los ejes centrales de discusión de un grupo enorme de estudiantes, profesores e investigadores enrolados en la escuela de la economía heterodoxa que participaron durante tres días en Mendoza de las VI Jornadas de Economía Crítica “Economía política y política económica: debates actuales sobre el Estado y los procesos sociales latinoamericanos”
Así, por fuera de los pedidos de reglas claras e histeria “blue” que saturan páginas y pantallas, la agenda crítica se concentró en los análisis atados a los problemas de largo plazo y nudos estructurales nunca resueltos, cuya persistencia condiciona la vida cotidiana del modelo económico kirchnerista para lo que viene.
Con más de 800 inscriptos y 260 ponencias, las jornadas, que se realizaron en la ciudad de Mendoza, funcionaron como punto de encuentro anual de las corrientes heterodoxas que en casi todas las facultades de economía del país (y de Uruguay, Brasil y Chile) proponen otra forma de pensar la enseñanza de esa ciencia social.
Sector externo. “Hoy hay que hacer grandes cambios, como siempre, pero no hay ni plata ni margen para hacerlos, por eso el eje central del debate no es ni va a ser el de las cuestiones estructurales, sino la oposición diciendo que hay que ajustar, y el gobierno diciendo que eso no es necesario”.
La síntesis pertenece a Juan Grana, investigador del Ceped (Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo), quien sostuvo que el mayor problema actual de la economía nacional es el sector externo, una restricción cíclica nunca resuelta que pone un techo estructural al desarrollo.
Según Grana, la economía argentina se mueve en condiciones estructurales de bajos niveles de productividad respecto a los países centrales, lo que obliga de alguna manera al Estado a generar compensaciones vía subsidios a las empresas para poder crecer.
En los últimos años, marcados por un alto nivel crecimiento y generación de empleo, las dos principales fuentes para esas compensaciones fueron las retenciones a las exportaciones atadas a los precios internacionales de las materias primas en general, y la brutal caída del salario que se produjo tras la devaluación del año 2002.
“A partir de 2002 este proceso tuvo dos pilares: precios internacionales bastante altos que generaron ganancias extraordinarias en el sector agarario y la posibilidad de obtener recursos a partir de las retenciones, y además los salarios vencidos”, dijo.
Pero con el tiempo la economía creció y los salarios también, por lo que esas fuentes de recursos para compensar a las empresas se empezaron a achicar.
Así, a partir de 2007 y 2008 la economía se empezó a achicar y a generar menos empleo “inclusive antes de la crisis mundial y de la crisis con el campo por la 125”, para llegar a la ausencia de dólares de los dos últimos años.
En ese punto, Grana destacó que si se analiza el balance de pagos, los rubros que normalmente son presentados como los peores (como la fuga de capitales o la cuenta energética) en realidad “casi no son relevantes”.
“Argentina exporta 84 mil millones de dólares en bienes y servicios, y la cuenta energética tiene un déficit de 5 mil millones”, dijo, para agregar que lo que en realidad se “ha comido” las divisas en los últimos años es el conjunto de intereses que se paga por deuda, y lo que reenvían a sus países de origen las empresas extranjeras.
“Con esos dos datos Argentina se queda sin dólares, porque el excedente de las exportaciones se va ahí”, señaló, por lo que se trata de “un eterno problema estructural para generar dólares”.
salidas estructurales. Ante eso, la pregunta es cómo se hace para salir del problema externo sin transformaciones estructurales. “¿Hasta qué punto podemos no tener problemas si tenemos una economía que no puede competir directamente con el resto del mundo?”.
La aplicación de políticas como las restricciones a las importaciones o el cepo cambiario pueden ser correctas en el contexto de una economía que arrastra estos problemas, “porque si no hubiera explotado la crisis antes”, pero no sirven para transformar problemas estructurales si no simplemente “para ganar tiempo”.
Durante los últimos años no se han aplicado este tipo de políticas, y en un análisis a futuro habría que empezar “por reconocer estos problemas estructurales”.
“Se pensaba, tal vez ingenuamente, que con crecer y empujar la demanda alcanzaba, y es cierto que eso te saca de la crisis y tiene un montón de efectos buenos porque caen la desocupación y la pobreza, pero cuando se acaban los recursos para empujar la demanda te chocás con el techo estructural de la economía argentina”.
Para Grana, esta crisis externa es la reproducción de un ciclo histórico abordado ya por gran parte de la teoría latinoamericana de los 60 y 70, que da cuenta de lo que ya ha pasado más de una vez: “Esa teoría ya se enfrentaba al mismo problema: la economía argentina crece crece y crece, hasta que se queda sin dólares, y cuando eso pasa hay que devaluar, luego se contrae la economía, caen las importaciones y aparecen los dólares de nuevo”.
Tipo de cambio e inflación.En este análisis, tipo de cambio e inflación vienen atados y no quedan limitados por la variable de una eventual devaluación de la moneda.
“La discusión sobre el tipo de cambio viene de la mano con que si alcanza con devaluar, eso sirve para hacer un ajuste y se gana tiempo, pero si no se deciden otras cosas además volvemos siempre a chocar con lo mismo”.
Según Grana, la economía atraviesa un momento complejo con salidas “más o menos progresistas” para un mismo problema. “Esperemos que las cosas que sí han cambiado en la sociedad argentina le generen un límite a lo que antes no tuvo, creo en ese sentido que no puede venir nadie a decir que saca la AUH”.
Respecto a la inflación, estimó que si bien los niveles son importantes “no se espiralizó”, y que acá también las razones hay que buscarlas en limitantes estructurales no resueltas.
“En una economía poco competitiva, para poder crecer hay que proteger a muchos sectores y limitar las importaciones, lo cual coloca a muchas de las empresas que operan en Argentina en posición oligopólica porque se les elimina la competencia externa”.
A partir de allí, muchos se dedican a ponerle a sus productos los precios que quieren, con mucha menos presión que si tuvieran que competir con otros actores de peso.
“En ese marco, que fue el de los últimos diez años, las empresas pudieron jugar un poco con los precios, y mientras más grande es la empresa, menos problemas tiene para enfrentar la competencia internacional y más margen tiene para subir los precios”.
La no espiralización de la inflación se debe, según explicó, a que cuando se igualan los precios internacionales las empresas “llegan a su techo y aflojan”.
“A veces se pasan de rosca, pero al ser una economía mas integrada que en el pasado hay un techo mucho mas bajo para la inflación”.
Por eso, a medida que se apreció el tipo de cambio se pusieron en marcha las restricciones a las importaciones, de lo contrario “hubiéramos vuelto al problema de los 90”.
Alain Cibils es el coordinador de la licenciatura en Economía Política de la Universidad de Gral. Sarmiento. Comparte con Grana el diagnóstico respecto a un escenario “complicado, pero sin gran crisis”, más que nada “por la negación de la realidad que hay con ciertos temas, como la inflación y sus causas”.
Para Cibils el tema cambiario deriva de la inflación y ese es un debate “negado”. “No sabemos bien de dónde viene la inflación y por eso es muy difícil hacer una política antiinflacionaria”.
El analista apuntó los cañones a “identificar los cuellos de botella para ver dónde falta inversión”, y poder así promover una salida del callejón del alza de precios “que no implique ni un ajuste, ni una pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores que es lo que siempre se ha hecho”.
En ese punto, consideró que volver al ajuste “sería muy costoso políticamente y por eso algunos lo insinúan pero nadie lo dice”. “Hasta los candidatos de derecha, que en el 90 hubieran hablado de ajuste, hoy no pueden hacerlo abiertamente”.
Cibils centró su análisis en la necesidad de mejorar los niveles de inversión: “Parte de la cuestión inflacionaria es porque los empresarios prefieren aumentar precios y no aumentar cantidades, entonces en un escenario de incertidumbre piensan que pueden sacar plata mas fácil así, y lo hacen, y ahí es donde faltan políticas de estado”.