El paro de los productores agropecuarios que piden retrotraer la alícuota de las
retenciones al 35% tomó ayer derivaciones insospechadas. La presidenta Cristina Fernández de
Kirchner los acusó de extorsionar al gobierno y generar violencia con sus "piquetes de la
abundancia", y disparó una ola de manifestaciones en las rutas y pequeñas ciudades del interior, a
las que se sumaron en una ecléctica alianza caceroleros de las grandes urbes que canalizaron en
forma masiva su oposición, por orígenes políticos o económicos, al gobierno nacional. En Rosario,
se concentraron unas 5 mil personas en el Monumento.
La protesta llegó incluso a la ciudad de Buenos Aires,
donde la vieja alianza de piquetes y cacerolas del 2001 mutó en corridas en Plaza de Mayo entre
piqueteros K y caceroleros anti K. Por la noche, una tensión similar se vivió en el Monumento,
cuando militantes del Movimiento Libres del Sur arribaron al lugar en momentos en que la
muchedumbre se desconcentraba. Desde la Plaza de Mayo, el líder de la Federación de Tierra y
Vivienda, Luis D’Elía, convocó a reeditar la medida "en todas las ciudades del interior".
Mientras todo esto sucedía, la presidenta se reunió en la
Casa de Gobierno con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, y el ministro de Economía, Martín
Lousteau, para ensayar una estrategia frente a esta escalada del conflicto que se inició el 11 de
marzo, cuando se anunciaron las retenciones móviles.
Según trascendió, el minigabinete analizó un paquete de
medidas complementarias al aumento impositivo, para moderar su impacto en los pequeños productores,
aunque sin retroceder en su posición de negar el diálogo mientras se mantenga el lock out.
Pero el conflicto estrictamente agropecuario pasó a ser
ahora sólo una variable más. Ayer por la tarde la presidenta salió a enfrentar la protesta que
desde hace 13 días mantienen los productores en las distintas rutas del país, y que ya comenzó a
provocar desabastecimiento en las ciudades, virando el eje de un reclamo sectorial con fuerte
incidencia en el interior hacia una confrontación de clase y política.
Dijo que los organizadores de la protesta representan al
sector de mayor rentabilidad de la sociedad y que con su medida no amenazan al gobierno sino a la
sociedad. También advirtió que echará mano de todos los instrumentos que le da la Constitución y el
voto popular para enfrentarlos.
El tono de Cristina enardeció a los productores que, a esa
hora, cortaron totalmente el tránsito en las rutas en las que piqueteaban para seguir con atención
el discurso. La respuesta fue profundizar las medidas, cortando el tránsito a todo tipo de camiones
y convocando a la movilización de otros sectores, incluidos los representantes políticos, de las
comunidades del interior. En las agrociudades y pueblos de Santa Fe, Córdoba, Tucumán, Chaco, Entre
Ríos, Buenos Aires y Santiago del Estero, las protestas incluyeron caravanas, caceroleos, bocinazos
y asambleas que decidieron nuevos actos para hoy, lo que promete agregar tensión al clima de los
piquetes.
Poco después, opositores al gobierno de las grandes
ciudades respondieron al convite de Cristina y se subieron a la protesta agropecuaria para
protagonizar la primera expresión masiva de oposición al gobierno, sorprendiendo incluso a las
agrupaciones enfrentadas al oficialismo.
Horas antes del discurso, los presidentes de las cuatro entidades
agropecuarias decidieron extender el paro por tiempo indeterminado. Los gobernadores de Córdoba,
Chaco y Santa Fe mantuvieron conversaciones. Por la noche, Hermes Binner insistió en que no quiere
mediar en el conflicto sino ser parte de un diálogo que involucre la problemática de la producción
y de la distribución de recursos entre Nación y provincias. Pero todos estos movimientos hoy están
sometidos a un conflicto que entró en otra dimensión. l