Parece lejana ya la conmemoración del Bicentenario de la Revolución de Mayo en 2010. En estos seis años pasaron muchas cosas en la Argentina, en Latinoamérica y en el mundo. Hagamos un esfuerzo de memoria y recordaremos también la multitud de eventos que desde entonces pensamos que podrían ocurrir, pero finalmente no se hicieron realidad. Si hablamos de política, el ejemplo que se nos viene primero a la mente es el de las contiendas electorales. Alrededor de las candidaturas se arremolinaron proyectos, valores, expectativas y prejuicios que dicen mucho de la sociedad en la que circularon. Aunque una de esas opciones fuera preferida por la mayoría, es claro que es necesario considerar las otras para comprender, no sólo las posibilidades, sino también las perspectivas a futuro de una comunidad. Si eso es así con un simple proceso electoral, cuánto más necesario se hace estudiar los proyectos truncos en un período donde esas alternativas se dirimían en los campos de batalla y en esfuerzos por constituir nuevos cuerpos políticos. Con esa convicción, los miembros del Programa de Investigación y Extensión Universitaria "Argentina, 200 años" de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR) escribieron "El 9 de julio en discusión. Independencia, alternativas y conmemoraciones". Se trata de un cuaderno editado por la Editorial de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. En él sus autores buscan exhumar proyectos políticos que no prosperaron, pero que en la década de 1810 parecieron viables y, para muchos, deseables.
En esos años el abanico de salidas posibles a la crisis revolucionaria era sumamente amplio. En primer lugar, debe considerarse que la independencia no parecía un desenlace inexorable. A comienzos de la década de 1820 era todavía posible, como muestra el primer capítulo, que en las Cortes de España un diputado americano presentara un proyecto para conservar el control colonial, al menos, de la Banda Oriental del Uruguay. La posibilidad de una monarquía para las Provincias Unidas y aún del restablecimiento del vínculo con la corona Española no era ajena tampoco a los gobiernos revolucionarios. En el segundo capítulo se revisan las misiones diplomáticas que recorrieron Europa con el objetivo, entre otros, de otorgar a las Provincias Unidas un monarca de dinastía europea y, si fuera necesario, concertar con Madrid la permanencia en la Corona. No se trataba, por supuesto, de restaurar el Virreinato, sino de construir un orden político que garantizara a los americanos la posibilidad de darse sus propias leyes, sin declarar una independencia absoluta de la vieja metrópoli.
La salida monárquica no era solo una solución de compromiso frente a las restauradas coronas europeas tras la derrota de Napoleón, en 1815. Las preferencias por la monarquía de muchos líderes de la revolución, como Manuel Belgrano —tratado en el tercer capítulo—, obedecían a la búsqueda de un sistema que garantizara el orden y frenara el proceso de disolución que había vivido la jurisdicción del ex Virreinato del Río de la Plata desde 1810. Es que cuando nos referimos a las guerras de la independencia, estamos hablando de mucho más que de un conflicto armado entre patriotas y realistas. Los vecinos de las ciudades coloniales, actores colectivos de primer orden en este proceso, entendían que la crisis monárquica ponía en sus manos altas dosis de autonomía y, en razón de ello, negociaban su adhesión y apoyo a las autoridades de las ciudades principales, como Buenos Aires o las capitales de intendencias. Entre la subordinación a la vieja capital virreinal y la absoluta ruptura se abrieron, una vez más, diferentes opciones. La experiencia de Artigas, que se estudia en el cuarto capítulo, terminó volcándose hacia la segunda alternativa. De hecho, las soluciones que se ensayaron en la región del Litoral, bajo su influencia desde 1815, fueron en paralelo a las del Congreso de Tucumán, del que no participaron.
La legitimidad de Artigas
Pero para entender el artiguismo no es suficiente con considerar la tradición autonómica de las ciudades en la América española, y ni siquiera la vieja competencia entre Montevideo y Buenos Aires. La legitimidad de Artigas también surgió de la situación bélica que se instaló en el Río de la Plata. Su condición de líder militar y una serie de medidas tomadas a favor de las poblaciones rurales que ofrecían su auxilio en la guerra explican también su creciente poder. Esa combinación entre tradición autonómica y situación bélica creó un equilibrio sumamente frágil que acabó incluso con el mismo Artigas. El surgimiento de Estanislao López en Santa Fe, que se estudia en el quinto capítulo, es un buen ejemplo para graficar hasta qué punto las lógicas de revolución e independencia podían replicarse en diferentes escalas. El proceso que llevó a Santa Fe a convertirse en provincia autónoma tuvo como primer paso la independencia respecto de Buenos Aires en tanto capital de la intendencia que incluía a la jurisdicción del cabildo santafesino antes de 1810. Nuevamente, la combinación de poder militar y tradición autonómica le permitieron a la élite santafesina, no sin conflictos internos, aliarse primero a Artigas para romper con Buenos Aires y luego pactar con ésta para liberarse de la tutela del "Protector de los Pueblos Libres".
También las conmemoraciones del 9 de julio a lo largo de estos doscientos años reflejan las tensiones que formaron y forman parte de nuestra vida política. Sobre ello reflexionan las autoras del epílogo del cuaderno. En el contrapunto entre los festejos del 25 de Mayo y los de la Independencia encuentran una competencia más o menos explícita según las épocas entre Buenos Aires y las demás provincias por la representación de los orígenes, y en consecuencia, de los intereses de la Nación. La intención de este cuaderno es ofrecer a un público amplio una perspectiva que permita comprender mejor los problemas que enfrentaron los actores de esa época de incertidumbres. Sin saber cuál era el camino, aquellos que hoy se nos aparecen con la firmeza del bronce, en esos días vacilaban ¿cómo construir un orden que los pobladores del territorio consideraran legítimo y lograr que ese orden fuera aceptado por las demás naciones? ¿Monarquía o república? ¿Régimen de unidad o federación? Una lectura transversal de los capítulos da cuenta entonces, no sólo de la multiplicidad de salidas posibles a la crisis, sino del sustrato de problemas comunes que intentaban solucionar y de cómo esos problemas se fueron modificando.
Los autores del Cuaderno son: Marianela Cancellieri, Fabio Primo, Salomé Rodríguez, Micaela Miralles, Julián Feroni, Leonel Rojas, Nicolás Medina, Cecilia Alonso, Nadina Mottura, Gabriela Couselo, Julia Blanco, Elsa Caula e Ignacio Martínez.