Dinosaurios
Son los días de 1983. El país sale del desastre y recupera la democracia. Los monstruos
retroceden. Los asesinos se ocultan. (Casi) todo el mundo los repudia. Charly García, atento al
latido de la época, saca un disco fundacional: Clics Modernos. En esa obra maestra brilla con luz
propia una canción desgarradora: Los Dinosaurios.
21 de agosto 2010 · 22:50hs
Son los días de 1983. El país sale del desastre y recupera la democracia. Los monstruos
retroceden. Los asesinos se ocultan. (Casi) todo el mundo los repudia. Charly García, atento al
latido de la época, saca un disco fundacional: Clics Modernos. En esa obra maestra brilla con luz
propia una canción desgarradora: Los Dinosaurios.
“Cuando el mundo tira para abajo/ es mejor no estar atado a nada,/ imaginen a los
dinosaurios en la cama”, cantaba el bigote bicolor con su piano de fondo, tras una nítida
descripción del terror estatal durante la dictadura. Y anunciaba, con el optimismo propio de
aquellos luminosos años: “Los dinosaurios van a desaparecer”. Pero no han
desaparecido.
Son hábiles, tenaces. Tienen, como se dice, la sartén por el mango. Saben reciclarse. Son
los dueños del dinero. Y el dinero es poder.
En los años noventa, se aprovecharon de la confusión general. Lograron engañarnos. Nos vendieron
un discurso y lo compramos. Lo que quedó de todo eso es bien conocido: ruinas. Cinturones
industriales convertidos en cinturones de óxido. Ciudades que latían al compás de las fábricas
transformadas en tinglados donde sólo quedaban quioscos. La educación y salud pública, devastadas.
Y los asesinos sueltos. Amnistiados.
Después, tuvieron que retroceder. Habían hecho demasiado daño y el pueblo ya no lo soportó. La
gente en la calle les dio una respuesta contundente: lástima que se haya confundido con la
reaccionaria consigna “que se vayan todos”. Porque no todos son responsables. Son
muchos, pero no son todos. En realidad, son sólo algunos. Aunque poderosos.
Esos “algunos” saben cómo camuflarse. Dicen ser una cosa pero son otra. Muy otra.
Sin embargo, el espejo les revela cada mañana quiénes son. Ellos saben quiénes son. Y no les
gusta.
La que se acuesta junto a ellos cada noche tiene la mirada indiferente o calculadora de las
prostitutas. Ni los desea, ni los ama. Sólo les teme o los necesita. Ellos carecen de amigos,
aunque disponen de una larga lista de cómplices. Son los dinosaurios de Charly. Y no han
desaparecido todavía.
De nosotros depende que de una vez desaparezcan. Que dejen de ponerse máscaras y que se vea su
verdadero rostro: el de la corrupción, el de la conveniencia personal, el del cinismo y la trampa.
El de la sonrisa de dientes blanqueados donde se agazapa la mentira.
No olvidemos nunca más quiénes son. Ya es hora de sacarlos de la cama.