- ¿Por qué decidió revelar los secretos de inteligencia de su país y convertirse en un delator?
- La Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos ha construido una infraestructura que permite interceptar casi todo. Con esa capacidad la gran mayoría de las comunicaciones humanas son automáticamente alcanzadas. Si yo quiero ver sus correos electrónicos o escuchar los llamados de su esposa, todo lo que tengo que hacer es interceptarlos. Puedo obtener sus e-mails, contraseñas, mensajes grabados en su teléfono y tarjetas de crédito. Y yo no quiero vivir en una sociedad que hace esas cosas. No quiero vivir en un mundo donde todo lo que hago y digo es grabado. No estoy dispuesto a soportarlo".
Esa respuesta fue la que dio el ex miembro de inteligencia norteamericana Edward Snowden a dos periodistas del diario inglés "The Guardian" en un interesante reportaje que les concedió en Hong Kong hace pocas semanas.
Suena un poco extraño y hollywoodense que un experto en informática que ingresó a trabajar para el ejército norteamericano y que participó en el desarrollo de un programa para espiar a todo el mundo tenga tamaño rapto de arrepentimiento. Pero el ser humano tiene senderos insondables y difíciles de explicar, por lo que conocer la verdadera motivación de Snowden es casi imposible.
Pero eso tiene poca importancia. Sí la tiene, en cambio, el impacto político planetario que generó este hombre de 30 años que todavía vive en el aeropuerto de Moscú a la espera de asilo y que los norteamericanos reclaman traer a su país para juzgarlo, pero sobre todo para que no hable más. Quedó palmariamente demostrado que Estados Unidos, con gobiernos demócratas o republicanos, con presidentes blancos o negros, no está dispuesto a ceder su rol de potencia hegemónica mundial en lo económico y militar. Porque la magnitud de la red mundial de espionaje que reveló Snowden va mucho más allá de la lucha antiterrorista y de defensa nacional, que sería entendible a la hora de evitar crímenes terroristas masivos. Espiar a funcionarios europeos o brasileños, por ejemplo, no tiene nada que ver con esa lucha.
La revista alemana "Der Spiegel", en base a la información de Snowden, reveló que Estados Unidos vigilaba las embajadas de países europeos, actitud que la canciller germana Angela Merkel calificó como prácticas propias de la Guerra Fría.
Es improbable que en las sedes diplomáticas de los aliados de Estados Unidos se preparen acciones terroristas o actividades contra la siempre muy mentada seguridad nacional norteamericana. O que la presidenta Dilma, en Brasil, le dé protección a grupos de Al Qaeda en Latinoamérica. Absolutamente ridículo.
El escándalo que significa este espionaje masivo e indiscriminado es mayúsculo y si no fuera por la histórica y disociada concepción norteamericana de que afuera del país se puede hacer lo que la ley impide en suelo propio, ya deberían haber actuado sus instituciones, que siempre han sostenido defender los valores de la democracia y la libertad.
En 1974 el presidente Richard Nixon tuvo que renunciar después de que dos periodistas del "Washington Post" descubrieran que había ordenado espiar en las oficinas del comité central del Partido Demócrata en el edificio Watergate. Ahora, se sabe que Estados Unidos espía en todo el mundo. ¿Tendrá alguna consecuencia en su política interna? ¿El Congreso norteamericano formará un comité de investigación?
Wikileaks. El antecedente más inmediato y todavía no resuelto de divulgación de información gubernamental secreta se produjo en 2010 cuando cinco de las publicaciones más importantes del mundo, "The New York Times", "Der Spiegel", "Le Monde", "The Guardian" y "El País" publicaron al mismo tiempo miles de cables reservados con informes de inteligencia, la mayoría vinculados a las guerras de Irak y Afganistán. Sin embargo, casi ningún país quedó al margen, incluso la Argentina.
El responsable de haberles entregado la información a esos medios de comunicación escritos fue Julian Assange, un periodista y hacker australiano fundador de Wikileaks. También aquí el escándalo fue mayúsculo y las acciones de los gobiernos, legales o ilegales, salieron a la luz.
Assange está refugiado con asilo político desde junio de 2012 en la embajada de Ecuador en Londres. Tiene pedido de captura del gobierno sueco por acusaciones de ataques sexuales a dos mujeres y también lo reclama Estados Unidos por las filtraciones. El único que hasta ahora cayó en manos de Washington fue Bradley Manning, un militar norteamericano del área de inteligencia, destacado en Irak, a quien se acusa de haberle pasado los cables secretos a Assange.
La Side. La Argentina también tiene espías, aunque nadie sabe bien para qué. En el pasado hacían "inteligencia" interna para los gobiernos militares y la represión ilegal y en la democracia son una incógnita. Sí, se sabe, manejan un buen presupuesto, a tal punto que 1397059140con fondos propios o prestados1397059140 le dieron 400 mil dólares al juez Galeano para que sobornara a uno de los detenidos por el caso Amia. El juez fue removido, el que recibió la plata (Carlos Telleldín) liberado y los policías bonaerenses a quienes acusó del ataque (tras cobrar el soborno) fueron sobreseídos hace rato. De "inteligencia", ni hablar. Se cumplieron 19 años del atentado y no han descubierto a un solo sospechoso, criollo o extranjero. ¿Qué hacen, entonces?
La actividad de la Side (ahora se llama SI, Secretaría de Inteligencia) es secreta, pero lo que no fue secreto hace pocos días fue el espectacular y llamativo procedimiento de la policía bonaerense en la casa de un agente de ese organismo que terminó muerto con cuatro balazos en el baño de su casa. Se llamaba Pedro Viale, alias "El Lauchón" y da toda la sensación de que más que ir a arrestarlo fueron a ejecutarlo. ¿Por qué? Historias de vínculos con el narcotráfico o comercios ligados a la prostitución suenan por todos lados. Internas entre los espías, también. Se necesitaría el aporte de Snowden o Assange para saber la verdad. Nada de lo que circula parece veraz ni creíble.
Mundo en "off". Ya sea en Estados Unidos, Europa o la propia Argentina, el discurso y las acciones de los gobernantes y del resto de los dirigentes políticos son mayormente en off, es decir, secretos y con la condición de que no sean revelados. Cuando se vulneran y se dan a conocer se comprende la verdadera magnitud del pensamiento de las políticas de Estado y de las instituciones, públicas o privadas.
El mensaje directo, sincero y carente de especulaciones es una rareza, y el engaño justificado en intereses de alta política de Estado es la moneda corriente.
Hay un mundo en "on" y otro en "off". Un mundo donde abundan los espías, hipócritas y mafiosos.