Iba a pasar. Lo sabías vos, lo sabía yo. Lo sabíamos todos. No desde hoy. Tampoco desde ayer. Tal vez desde la primera vez que uno lo vivió en carne propia o quizás desde ese día en que un amigo nos escribió para decirnos que llegaba tarde porque se había quedado en la ruta o en la autopista. Da igual. Lo sabemos. No importa. Muchos domingos del año tomo mi valija que ya está muy baqueteada por tanto viaje, engomada con cinta scotch, y mi mamá o mi papá me llevan hasta el acceso a tomarme el colectivo. A veces no para. Y cuando sí lo hace, subo por las escaleras renegando con la manija de la cinta scotch porque queda trabada y no hay mucho lugar para mis movimientos medio torpes. Menos si es fin de semana largo. Miro el asiento, y otra vez. Un chicle de antaño que tranquilamente podría haber masticado Cristóbal Colón si en esa época hubiesen existido ya los derivados del petróleo. Igual me siento. Está tan duro que ni se pega. Leo los graffitis que engalanan el asiento anterior. Mientras suena de fondo esa melodía de fierros que chillan. Y el "agujerito" siempre roto deja salir el zonda del aire acondicionado. Me pongo la campera arriba para no tener frío y trato de inclinarme pero casi le saco las rodillas al que viene sentado atrás porque está falseado el asiento. Entonces tengo que hacer la postura de Tutankamón para que no se vuelva a repetir. Y corto clavos. De alguna manera hay que llegar. Hoy somos todos una subespecie de "opinólogos". Estamos todos así, sensibles. Tenemos claro el problema, las soluciones. Nos invaden avalanchas de palabras y palabrotas que tocan a la puerta de la garganta para decir, decir, decir. Escribir publicaciones. Compartir. Comentar. "Me gusta". "Mirá lo que dice este boludo...". A pesar de que todavía no se esclarece lo que pasó para que esta mañana perdiéramos muchas vidas –con toda esa carga de hermosura que tiene la vida misma– tal vez sea sólo algo que sucedió por las obras de este destino que tiene una dureza que avasalla y que no se explica. O tal vez no. Nos pega fuerte. De todas maneras se siente la necesidad de hablar. De seguir escupiendo. Porque esta es la empresa que desde hace años viene tomándole el pelo a cada uno de los que todos los días, algún día, en algún remoto momento sale con su portafolios, su bolso, su bolsita o su valija con cinta scotch de su casa para ir a la ruta o la terminal y sumergirse en esta travesía de la que se saldrá ileso o como mínimo te dejará en el camino a mirar cómo a la soja se la come la isoca. O cómo los autos no respetan la velocidad máxima en la autopista. Y todos se la van a agarrar con el único representante en la Tierra que debe poner la cara por obligación de la circunstancias y la vida: el chofer. La complicidad de los sectores que se tapan los oídos ante las reiteradas quejas y se inyectan la vacuna de la corrupción en la trama de los intereses se teje a no dar más. Por el otro lado, seguimos en el intento de definir el trayecto para una autopista o una autovía que nos conecte un poquito más seguros. O que nos deje de hacer sufrir. Hoy cuando supimos la noticia, todos lo dijimos al instante y al unísono: "Se sabía que iba a pasar". Acá estamos los obligados. Los que la próxima vez también tendremos que besar la virgencita o apelar a algo y decir: "No importa. De alguna manera hay que llegar". Hasta que no se llega más. Ahí recién se modifican las cosas. Lamentablemente, nos criamos bajo la cultura de esperar el latigazo para, de una vez por todas, cambiar de rumbo. O no. Y seguir estrellándonos.
Dos empresas que cumplieron
La semana pasada realicé un par de llamados reclamando la solución de dos problemitas puntuales que atañen al cuidado urbano y a prevenir posibles accidentes para nuestros conciudadanos. Uno de ellos fue a Aguas Santafesinas por el reemplazo de una tapa en una boca de tormenta ubicada en calle Balcarce y Santa Fe, que estaba destruida (con el peligro que significa); y el otro a la empresa de limpieza que se encarga de los contenedores, dado que uno de ellos, ubicado en bulevar Oroño al 600, estaba roto. Para mi sorpresa, al día siguiente estaban los dos problemas solucionados. Quiero por lo tanto agradecer y felicitar a las dos empresas, porque así como nos quejamos tantas veces con justa razón, también hay que reconocer la diligencia y capacidad con que actuaron en esta ocasión.
Cristina Burgues
DNI 3.184.242
Leonela: ayer, hoy, acá y allá
Leonela en el 2001 tenía 12 años. En su familia, la electricidad, la peluquería, las facturas y otros rebusques no alcanzaban para empatarle a fin de mes. El gobierno con sus decisiones señalaba la salida. En el aeropuerto un grupo de imbéciles dotados de un falso nacionalismo, hacen un pasillo para despedirlos, a los insultos. Su padre le tapa los oídos pero el daño ya está hecho. Leonela nunca los entendió. Ella regresó años después para con su pulgar y su cámara de fotos redescubrir a su país. Se enamoró, en todo sentido. Volvió a España para despedirse y contarles a todos que por primera vez en su corta vida, por estos pagos, los de abajo tenían oportunidades de concretar sus sueños. Hoy observa incrédula como volvimos a premiar a ese mismo modelo que expulsó a ella y miles de compatriotas. Ya no depende de su familia, así que se queda a lucharla. Hoy sigue recibiendo insultos cuando cuenta su verdad. A estos si los entiende, no se enoja, expone sus argumentos a pura sonrisa y cuando alguien la acusa de haberse enamorado de un relato, ella le muestra sus fotos. Es difícil, me dice, cortas una cabeza y crecen dos, pero una vez que te corrieron la venda de los ojos no te podes quedar callada. La derecha odia estas almas, yo las quiero en mi país, y si cuento con su amistad, como en este caso, soy rico gratis.
Maximiliano Abaz
DNI 32.089.754
Sin remordimiento, ni pena
Yo aprendo leyendo y trasmitiendo el conocimiento. Les comento que durante los 12 años del poder kirchnerista, admiré la memoria de la ex presidente. Dejando de lado su actuación política, que fue nefasta para la República y sus habitantes, leí y me aclaró una incógnita que tenía sobre Cristina y su memoria. No lo sabía, pero vale la pena transcribir palabras del médico hindú-americano, Deepak Chopra: "Sería muy duro recordar desde el punto de vista emocional, si recordáramos todo lo que nos ha ocurrido. El pionero de la neurología, doctor Alexander Luria, tuvo un paciente, periodista, quien podía recordarlo todo. Podía sentarse en una conferencia de prensa atestada y recordar más tarde cada palabra dicha por todas las personas. Sin embargo, tenía un vacío emocional y carecía de la capacidad para comprender la poesía, los símbolos, las metáforas; para él, cada evento era un hecho literal registrado en una cinta mental. Cuando Luria le preguntó si alguna vez la pena se había apoderado de su mente, respondió con franqueza que la pena no tenía peso alguno para él". Todo lo que leí, me despejó la duda, la ex presidente no siente remordimiento ni pena por haber dejado a la Argentina en pampa y la vía. Termino con unas frases que me agradaron por su vigencia. Si deseo realizar un acto de bondad, mi cerebro podría proporcionarme una idea sencilla, como "debo hacer una donación para las víctimas de un desastre". Esta idea requiere de los siguientes elementos: 1) un sentido moral de lo que es correcto y lo incorrecto. 2) El recuerdo de lo que significa estar desamparado o ser víctima. 3) Simpatía con nuestros semejantes que sufren. 4) Un sentimiento de compasión. 5) Un sentimiento de deber con la sociedad.
Carlos A. Borisenko
DNI 4.340.294
El duelo no le sirve a nadie
"La esencia de la tragedia no es la tristeza. Reside en la solemnidad despiadada del desarrollo de las cosas". (Whitehead). Sabíamos que algún día sucedería una tragedia. Lo decíamos mientras viajábamos hacinados, colgados, cuando un colectivo se rompía. Pero nada te prepara para cuando esa tragedia finalmente llega. Cuando pensás si no estaría ahí la alumna que se acaba de ir luego de rendir, cuando repasás quiénes tomarían el colectivo a esa hora; cuando una mamá desesperada te pide: "buscá a mi hija que no la encuentro". Cuando murieron, entre tantos, un compañero de trabajo, abuelo hace poco, y un chofer macanudo que trabajaba en pésimas condiciones. Nada te prepara para tanta gente herida, para muertos entre hierros retorcidos. Hoy tenemos dolor y una sensación de desprotección inmensa. Indignados leemos que la empresa dice que "los colectivos estaban en óptimas condiciones". Qué absurdo el duelo del gobernador, cuando hace dos semanas un inspector de la Secretaría de Transporte me dijo: "nosotros no podemos hacer nada". Entonces, ¿quién? El duelo no revive a los muertos y no nos ayuda a superar el miedo de saber que la semana que viene tenemos que volver a trabajar y estudiar viajando en esa empresa.
Graciela Noemí Klekailo
Docente de la facultad de Ciencias Agrarias
DNI 29.166.319
Pérez
El reflejo de cómo somos, cómo vivimos
Cuando uno analiza los pormenores de los accidentes carreteros, urbanos y rurales, con personas fallecidas y heridas, concluye que esto y mucho más constituye un reflejo de cómo vivimos, de cómo somos, de la desidia humana. El terrible episodio del viernes pasado ocurrido entre las localidades de Pérez y Zavalla, da cuenta de la falta de responsabilidad y accionar de mucha gente. ¿Cuánto hace que la empresa de transporte Monticas viene siendo blanco de críticas de los usuarios por no cumplir con ciertas normas básicas para transportar pasajeros? Hace mucho tiempo. Días pasados, pudo apreciarse que el neumático que supuestamente explotó y causó la desgracia no tenía marcas, dibujos, es decir se lo veía liso. ¿Cómo puede ser ? Pasa esto porque no se les da a las cosas la importancia que merecen. Y así nos va. Los hechos transcurren, se advierten las dificultades, y nadie procura un cambio sustancial. Los acontecimientos son fiel reflejo de cómo somos, de cómo vivimos.
Marcelo Malvestitti