Una mujer joven desenfunda su celular. Algo detiene su caminata. Carteles con imágenes de panchos: "Veinte pesos, veinticinco pesos". Alguien se acerca pero pasa de largo entre tanta gente. "¡Es San Luis, la calle más intensa de Rosario!", afirma Paulina Scheitlin. Uno se choca con la gente, con los vendedores ambulantes, en medio de un tráfico arrebatado.
"Está dividida la cosa: están quienes esquivan esta calle y quienes, como a mí, les encanta", dice Paulina, quien se detiene frente a un local, fascinada por el armado de la vidriera, el montaje, las luces, los colores, que serán distintos en la próxima temporada.
Un peluche en primera persona, maniquíes que en la toma, detenidos, causan horror. "Es otra lógica a la de las vidrieras de calle Córdoba, por ejemplo", enseña Scheitlin. "Es mostrar todo, no hay sutilezas, está todo el catálogo enfrente. Yo creo que es difícil explicarle a un extranjero puntualmente qué es calle San Luis", comenta la fotógrafa. Y agrega: "Hay una calle San Luis en todas las ciudades, eso seguro". Esa zona ha ido cambiando. En otra época eran todos comercios de sedería a cargo de sirios libaneses. Con las nuevas oleadas de inmigrantes llegaron coreanos y taiwaneses. "En ese sentido, San Luis es muy dinámica", opina Scheitlin, toda una baqueana de la rosarinísima arteria.
En su último proyecto en curso, la artista armó una cuenta de Instagram con el nombre de @igerscallesanluis, en la que invita a fotógrafos profesionales y amateurs a subir imágenes tomadas con su celular de esa calle y el peculiar universo que la rodea. "Siempre me interesaron los proyectos en colaboración. En este caso, sin bien yo hago mi propio aporte de imágenes, la idea fue abrir el proyecto más allá de lo autoral, parodiando a las comunidades de instagramers que se forman en las ciudades más importantes del mundo: instagramers Buenos Aires, instragramers Berlín, instagramers Barcelona, y demás", comenta y sonríe. Rosario tiene esa comunidad pero la idea-broma es que calle San Luis constituye un "mundo aparte".
—¿Cuál fue el disparador de esta idea?
—Haciendo el taller de Fotografía Móvil, que dictó este cuatrimestre Andrea Ostera en la Escuela Municipal de Artes Visuales Manuel Musto, pensé en un trabajo que justificara el uso del celular... porque si lo podía resolver con la cámara, no le encontraba sentido. Hay una decisión tomada de salir a la calle con el celular.
Scheitlin recuerda: "Yo trabajaba en una agencia de publicidad que quedaba por esta zona. Allá por el 2010, cuando hacía fotos del centro con mi cámara analógica, se me veía complicado fotografiar por San Luis porque no pasás desapercibida, te miran raro... no digo que sea imposible, pero a mí se me dificultó. No me gusta pedir permiso, trato de interactuar lo menos posible con las personas y el celular me resolvió ese conflicto. Cuando empecé a subir fotos a Instagram, pensé: ¿cuál es la lógica? ¿Mi mirada de calle San Luis? Tenía la deuda de un trabajo colectivo. Pensar en redes sociales hoy por hoy es pensar colectivamente.
—De la cuenta participan fotógrafos profesionales y amateurs, pero por momentos se dificulta distinguir quién es quién... ¿Se borra por un instante la categoría de autor o artista?
—Creo que la cámara del teléfono, y los dispositivos digitales en general, ayudan a que por momentos esa división que planteás se desdibuje. Personalmente sigo varias cuentas de Instagram de personas que no son ni artistas ni fotógrafos profesionales, y sin embargo las imágenes que comparten son maravillosas. Aunque la posibilidad de relacionarse con otros usuarios va a ser online, la acción permite madurar nuevas apropiaciones y transformaciones del espacio público. La propuesta permite que muchas personas se acerquen a un cierto lugar y establecer con el espacio un diálogo especial, que de otra manera no mantendrían. El ruido visual es grande, y a la velocidad que ocurre, pregunto si estamos leyendo una historia o somos testimonios vivos.
—¿Qué pensás de Instagram y otras plataformas como nuevo espacio expositivo muy lejano de un museo? ¿Y del espectador/participante, que opina sobre la foto online y puede charlar con el artista? Así se genera un debate distinto...
—Creo que internet y las redes son un espacio más para mostrar lo que uno hace. En mi caso personal, no me llegué a enganchar del todo con Fotolog. Comencé compartiendo fotos en Flickr. Después "me mudé" a Facebook. De allí salió un libro, La foto de los lunes (2016). En la actualidad, gran parte de mi trabajo está sucediendo en Instagram. En este transitar entre espacios virtuales, el intercambio y el debate siempre están. Y la posibilidad de conocer el trabajo de otros artistas, de los puntos más recónditos del planeta, poder conversar con ellos, le da forma a un espacio posibilitador. Creo que es una forma más de mostrar lo que uno hace, como lo son también los museos. La cultura en la red hizo colapsar el espacio físico, no sólo el usuario del social media trata de convertirse en coautor de la producción de significados mediante la apuesta a escribir, opinar y debatir sobre la ciudad que tenemos, sino que el proyecto invita a salir a la calle y traer una imagen para mostrarla. No hay que ser profesional, los avances en la telefonía con sus cámaras abarataron situaciones de alta complejidad a la hora de dominar la técnica fotográfica.
—¿Cómo sigue el proyecto #igerscallesanluis?
—Por lo pronto, voy a continuar compartiendo las fotos que la gente publica... ¿Cómo termina? Por suerte, nunca se sabe.