En el cierre de su segundo día de visita a Polonia, el Papa Francisco pidió a unos 600 mil jóvenes que viajaron a verlo "compromiso" para acoger a los migrantes, tras advertirles sobre los "vendedores de humo y de falsas ilusiones",.
En el cierre de su segundo día de visita a Polonia, el Papa Francisco pidió a unos 600 mil jóvenes que viajaron a verlo "compromiso" para acoger a los migrantes, tras advertirles sobre los "vendedores de humo y de falsas ilusiones",.
"Conociendo la pasión que ustedes le ponen a la misión me animo a repetir: la misericordia siempre tiene rostro joven", aseguró el Pontífice en el parque de Blonia ante los representantes de 187 países que participan de la XXXI Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, entre ellos unos 5 mil argentinos.
"Un corazón misericordioso se anima a salir de su comodidad; un corazón misericordioso sabe ir al encuentro de los demás, logra abrazar a todos", dijo Francisco a los miles de jóvenes que desde el fin de semana colman cada rincón de la ciudad y sus alrededores.
El mensaje del Papa estuvo cruzado todo el tiempo por la crisis política y social que vive Europa, con la llegada de más de 1,3 millón de refugiados e inmigrantes de Africa y Medio Oriente, que desató un cierre masivo de fronteras y un crecimiento del sentimiento xenófobo.
Previo al encuentro con los jóvenes en el parque del centro de Cracovia, el Pontífice celebró una misa de campaña en el Santuario de Czestochowa, en lo que fue un baño de multitudes del Papa en suelo polaco y donde sufrió una caída pública sin consecuencias.
Antes de la solemne ceremonia, a la que asistieron numerosos obispos de todo el mundo así como las autoridades nacionales, el Papa, de 79 años, se cayó mientras se dirigía al altar, lo que generó inmediatamente preocupación.
Francisco cayó de un escalón no muy alto mientras caminaba y tuvo que ser levantado por un grupo de religiosos que lo asistían, tras lo cual prosiguió la celebración sin problemas.
Francisco llegó a bordo del papamóvil a la explanada del popular de Jasna Gora, el lugar donde desde el siglo XIV se venera el ícono de la Virgen Negra, llamada así por el color de su piel y donde una muchedumbre silenciosa lo esperaba.
Minutos antes de celebrar la misa el Papa se recogió en silencio en la capilla ante el ícono, que según la tradición fue realizado por San Lucas, que lo pintó con el verdadero color de su piel.
Igual que sus predecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, Francisco donó una rosa de oro, el regalo tradicional que los pontífices ofrecen a los santuarios marianos.
Ya en el altar, con el santuario a sus espaldas, el Papa presidió una misa solemne en honor de Polonia, uno de los países más católicos del mundo.
"Dios prefiere instalarse en lo pequeño, al contrario del hombre, que tiende a querer algo cada vez más grande. Ser atraídos por el poder, por la grandeza, por la visibilidad es algo trágicamente humano", dijo Francisco ante la multitud, que según algunos medios locales superaba las 200 mil personas, la mayoría polacos.
En presencia del presidente Andrzej Duda, la primera ministra Beata Szydlo y el líder del partido conservador Derecho y Justicia (PiS), Jaroslaw Kaczynski, todos católicos practicantes, el Papa pidió "no ceder jamás a la tentación de aislarse e imponerse".
Una alusión a las tensiones por las divisiones políticas entre los conservadores en el poder y los que son considerados herederos del régimen comunista.
Un imponente dispositivo de seguridad, incluido el despliegue de ocho helicópteros, acompañó el regreso del Papa a Cracovia, todo un desafío por lo que han sido movilizados 20 mil efectivos ante la psicosis de atentados que ronda en el viejo continente.
El Papa inició su segunda jornada en Polonia, la tierra de Juan Pablo II, con una visita privada al anciano cardenal polaco Franciszek Macharski, de 89 años, hospitalizado en Cracovia, y acto seguido con las monjas de las Hermanas de Presentación, en un monasterio de la ciudad.
Luego el Papa acudió en tranvía al parque de Blonia, centro de Cracovia, donde la multitud de jóvenes lo esperaba. La víspera, el pontífice había pronunciado un discurso fuerte y político para pedir al gobierno polaco que acoja a los refugiados, un tema espinoso que incomoda hasta al episcopado.