El escenario político argentino está lleno de interrogantes pero, desde ahora hasta que el calendario llegue a las elecciones de mitad de mandato, en 2017, todo se teñirá de posicionamientos electorales. En la Nación, en Santa Fe y en todas partes.
Por Mauricio Maronna
El escenario político argentino está lleno de interrogantes pero, desde ahora hasta que el calendario llegue a las elecciones de mitad de mandato, en 2017, todo se teñirá de posicionamientos electorales. En la Nación, en Santa Fe y en todas partes.
La lectura detenida del voto disperso de los diputados santafesinos en relación con la ley antidespidos es un excelente ejercicio para entender la realidad política local. La socialista Alicia Ciciliani votó a favor del proyecto del Frente para la Victoria que bajó del Senado, el socialista Hermes Binner se ausentó al igual que el radical Mario Barletta, la legisladora de la democracia progresista, Ana Copes, y el radical Hugo Marcucci se abstuvieron, al igual que los representantes del PRO. Todos pertenecen al Frente Progresista santafesino.
Esa muestra que dejó la votación es el ejemplo empírico de la diversidad de opiniones adentro de la coalición provincial respecto no sólo del posicionamiento con el gobierno nacional sino con las medidas de fondo que aplica y aplicará la administración de Mauricio Macri.
¿Hasta cuándo se sostendrá el doble standard de los radicales santafesinos? Esa es la gran pregunta que condiciona el futuro del Frente Progresista y de Cambiemos.
Y pegue Lifschitz, pegue. Las diferencias, además de lo sucedido en el recinto de la Cámara baja, se hicieron notar más que nunca en las declaraciones públicas que formularon esta semana el gobernador Miguel Lifschitz y sus funcionarios. El mandatario santafesino alineó las políticas de Macri "con los 90", y "los grandes grupos económicos", profundizando cierta mirada crítica que, hasta aquí, el rosarino mixturaba con algunos elogios.
Cada declaración crítica del gobernador es enviada de inmediato a la Casa Rosada por dirigentes macristas santafesinos, que reclaman que el gobierno nacional también se endurezca con la Casa Gris. "A la relación con Lifschitz y con (Mónica) Fein la manejamos nosotros, ustedes ocúpense del territorio y de estar al lado de la gente", les dijo el jefe de Gabinete, Marcos Peña.
Hoy, la figura más visible que tiene en Santa Fe el gobierno nacional es José Corral, por su rol de intendente de la capital pero más por su condición de presidente de la UCR. Si Corral quiere ser candidato a gobernador en 2019, deberá hacerse popular en toda la bota. Y eso sólo se logra si hay una postulación intermedia a diputado nacional en 2017.
"No descarto ser candidato, no descarto nada", se le escuchó decir el viernes al titular de la UCR, aunque bien sabe que, de no mediar una orden en contrario del presidente de la Nación, tal vez tenga que ir a internas contra un precandidato del PRO. "En el 2017 la opción será «Macri sí o Macri no». El presidente definirá la estrategia nacional", agregan en el radicalismo de Cambiemos.
Corral sabe que si es candidato con una lista referenciada en el macrismo, automáticamente se producirá su ruptura con el socialismo y el Frente Progresista. De ahí que crezcan las especulaciones para que Lifschitz convoque a elecciones a concejal, separadas de las de diputado nacional.
La ruptura entre radicales y socialistas es fogoneada por los macristas santafesinos. Pícaro, el diputado provincial Roy López Molina salió a bancar el proyecto de reforma constitucional que esbozó el gobernador: sabe que el adelantamiento de cualquier compulsa electoral acelerará los tiempos en la relación de socialistas y radicales. Lo repiten los dirigentes del PRO y algunos socialistas: "Tendrán que definirse, o están de un lado o del otro".
Cuando pase el temblor de las medidas de ajuste implementadas por la Casa Rosada, el debate interno en el peronismo nacional y el festival de descubrimientos de propiedades de Lázaro Báez, la política deberá resolver sus propios intríngulis, especialmente en Santa Fe.
Lo que definirá los alineamientos finales será el resultado de las gestiones en la Nación, la provincia y la ciudad de Rosario. Hoy, todas las encuestas indican que los gobernantes, sea cuales fueren, han descendido en la consideración pública durante los dos últimos meses. La única manera de crecer estará centrada en dos variables: economía y seguridad.
"Si a Macri le va bien, muchos radicales se irán con Macri; si le va mal, todos estarán en el Frente Progresista pidiendo pista", sintetizó un diputado provincial socialista.
El socialismo debería considerar dos situaciones: los resultados en materia de seguridad y la pérdida de caudal electoral. Aunque se registre un mejoría en los índices fríos del área —como maximiza el ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro— mucho más debe hacer la gestión.
Resulta inexplicable que la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, haya decidido retirar la mayoría de los agentes federales que patrullaban el centro de la ciudad. Y es también inexplicable que el gobierno santafesino no presente ese reclamo ante la Nación.
Mercado electoral. El dilema político del socialismo EM_DASHal fin del Frente ProgresistaEM_DASH es cómo compensar la pérdida de votantes históricos de clase media-media alta que se fueron al PRO. El socialismo, durante buena parte de los 12 años de gobierno nacional del FpV, fue un refugio electoral para votantes antikirchneristas. Hoy, apareció Cambiemos y el PS esboza un discurso crítico hacia el gobierno nacional.
Y es aquí donde aparece el efecto positivo para los ciudadanos santafesinos, que lejos están de dejarse guiar por cuestiones ideológicas: el desafío y la diferencia la harán los que mejor gestionen, llámense Macri, Lifschitz o Fein.
A nivel nacional, Macri eligió pasar al patio de atrás la relación con Sergio Massa y elegir como adversario al PJ a la hora de la abstención por la ley antidespidos. Lo hizo tras la lectura de diversas encuestas. Todas dan al tigrense como el opositor mejor posicionado, fundamentalmente en la estratégica provincia de Buenos Aires, distrito en el que quien gane los comicios legislativos a senador de 2017 tendrá la pole position para convertirse en candidato a presidente.
Está tan extraña la política argentina que, aunque no exista algo menos carismático que un veto presidencial —sobre todo a una ley antidespidos—, algunos observen esa decisión como "un gesto virtuoso". Un delirio que sólo se consigue en estos tiempos de grieta abierta.
La ausencia de un liderazgo visible y excluyente en el Partido Justicialista le permite a Macri gozar de una expectativa módica: la mayoría de los argentinos observa que su situación personal está peor que en 2015, pero también considera que estará mejor en el futuro inmediato.
El segundo semestre deberá convertirse en una especie de maná del cielo para que el gobierno de Cambiemos pueda entrar con menos lastre al puerto electoral de 2017.