De pronto, todos somos argentinos, unidos, hermanados, subidos a una causa común. Mascherano es San Martín. La posible vuelta en el Maracaná, la recuperación de las Malvinas. Todo es épico. Ya nada se cuestiona. No sirve, no vale, no tiene justificativo. Es una osadía pararse en la otra vereda. Es antipatria ¿Que la selección argentina especuló por demás contra Holanda, que su fútbol no agrada? Plantear esas y otras dudas es sinónimo de herejía. Estas líneas exponen tales interrogantes como una provocación, para desnudar el grado de intolerancia que aflora ante el más mínimo cuestionamiento. Se entiende en el hincha común. Pero, ¿y el periodismo? Basta con ir cambiando de canal para ver qué pocos se sustraen a este momento. Predomina el periodista triunfalista, irónico y mofador de la suerte brasileña, emocionado hasta las lágrimas, cual señal de que se es uno más de esos eufóricos 40 millones de argentinos. Gritos estridentes, ¿agradecimientos? a los futbolistas por la victoria, complicidades entre el entrevistador y el jugador son situaciones que se dan a menudo por estos días. Abstraerse y agudizar la mirada, aunque uno sea calificado de antiargentino sería un buen ejercicio de la profesión.