A dos semanas de las elecciones presidenciales, el tiempo para los candidatos parece no terminar de transcurrir. Pocas veces como ahora una campaña electoral ha registrado tan escasos índices de expectativa popular y de ausencia de propuestas, polémicas y debates capaces de lograr que, al menos por un día, la mayoría de la sociedad preste sus sentidos a la política.
Cristina Fernández de Kirchner ganará el domingo 23 de octubre por una diferencia que oscilará entre los 30 y 40 puntos, convirtiendo la ausencia de polarización con el segundo en un capítulo inédito en la historia electoral del país. Segundo estará Hermes Binner, quien tendrá la difícil misión durante los próximos cuatro años de convertirse en el opositor más votado sin pertenecer a ninguno de los partidos mayoritarios y teniendo, a la vez, la responsabilidad de gobernar con su delfín Antonio Bonfatti el territorio santafesino.
La quinta opositora. El crecimiento de Binner en las últimas semanas en la quintita opositora vino de la mano de una declaración poco feliz de parte del socialista respecto al aval a una reforma constitucional que borre de la faz de la tierra el sistema presidencialista, algo que se convertirá en el objetivo de máxima del kirchnerismo para intentar continuar en el poder más allá del 2015.
Escaldada en los niveles de penetración política por su pobre performance en las primarias, Elisa Carrió, sin embargo, fue la primera que bombardeó por debajo de la línea de flotación la boutade declarativa del gobernador santafesino. Y puso en pie de guerra nuevamente a la relación entre radicales, socialistas y afines.
Se escribió en esta columna hace mucho tiempo que más temprano que tarde se posaría sobre el escenario un ditirambo capaz de remover el letargo de la política santafesina atento al espinoso cuadro de paridad institucional que se registra en la provincia y a una misma necesidad de socialistas y kirchneristas: las reformas constitucionales en Santa Fe y en la Nación.
Carrió, Ricardo Alfonsín y ahora la UCR santafesina denuncian una supuesta connivencia entre Binner y el gobierno nacional para lograr en lo mediato un acuerdo sobre la necesidad de la reforma, acercando más el arco a aquella lucubración teórica.
Frenos institucionales. Rápidamente desde el socialismo volvieron a enfocar la artillería contra Lilita, acusándola de querer llevarse puesta a toda la oposición en su camino hacia una debacle histórica en las elecciones del 23 de octubre. Juran y perjuran los socialistas que jamás le permitirán habilitar al kirchnerismo la posibilidad de ir más allá del 2015.
Sin embargo, es la futura relación entre ambos la que llena de dudas a los opositores: Bonfatti será uno de los poquísimos gobernadores no oficialistas que deberá convivir con Cristina Fernández durante cuatro años, y nadie querría mantener una relación tormentosa con quién tendrá el aval de casi el 55 por ciento de los votos.
Es por esa ambivalencia que el candidato presidencial del Frente Amplio Progresista deja flotando la sensación de que, aun recibiendo todos los mandobles, se permite juguetear con las palabras habilitando la idea de que no estaría del todo mal ir camino hacia el parlamentarismo. De esto se comenzará a teñir la política una vez que las elecciones hayan pasado.
Al alcance de la mano. Al margen de los dimes y diretes, el oficialismo nacional quedará a un tris de imponer su voluntad en el escenario legislativo futuro. Un trabajo realizado por el Centro de Estudios para la Nueva Mayoría sostiene que en el Senado, donde tiene mayoría con 37 senadores sobre 72, si el kirchnerismo repite el resultado de agosto mantiene la misma cantidad de bancas, y si logra mejorarlo (como es probable), ganará una o dos bancas más. En Diputados, el Frente para la Victoria y aliados tienen 116 de 257 bancas. Repitiendo el mismo resultado que en las primarias del 14 de agosto pasado llega a 125 legisladores y queda a 4 de la mayoría, que es 129. Mejorando el resultado de agosto, la alcanza.
El día después. Apenas pasado el 23 de octubre, el gobierno nacional quedará en inmejorables condiciones de tiempo y espacio para instalar sus objetivos. Además de las mayorías legislativas, el mapa de las provincias quedará delineado con abrumadora mayoría de gobernadores alineados con la Casa Rosada. Así lo ha demostrado la catarata electoral que hasta hoy bañó el calendario. En paralelo a los comicios presidenciales, el peronismo ganará Buenos Aires, Entre Ríos, Santa Cruz, Formosa, Jujuy y La Pampa. Sólo perderá en San Luis, eterno coto en el que se florean los Rodríguez Saá.
Problemas en Santa Fe. El fuego cruzado que por estas horas de dispensan socialistas, aristas y radicales tendrá resultado neutro en las elecciones a presidente pero se convierte en una nueva astilla para el Frente Progresista santafesino. Ayer, la UCR mandó un mensaje sumamente crítico a Binner calificándolo de "funcional" al gobierno nacional, justo en tiempos en que la relación de los socios de la coalición provincial atraviesa de por sí una temporada de tormentas intensas. En pocos días habrá humo blanco respecto a cómo se cauterizarán esas heridas en el seno del Frente Progresista.
La convivencia santafesina será más o menos traumática según una lógica imperecedera y sazonada con estricto pragmatismo: los cargos que Bonfatti les ofrezca a los radicales para su gabinete.