La criminalidad y la inseguridad han ingresado al ámbito de las estadísticas y éstas ganan las primeras planas, por su gravedad y crecimiento. Esto necesita enfoques multidisciplinarios y es bueno rememorar estadísticas de décadas pasadas. A fines del siglo y comienzos del presente, el Gran Rosario tuvo récord nacional de desempleo. La desocupación, la marginación, alcanzaron niveles impensados, con un récord de 24,5%o en los 2000. Las relaciones sociales para una parte de la población no se daban por el trabajo, la producción y la ocupación.
El trabajo es un gran organizador social. Hoy un 11,3% vuelve a ponernos en la cima de los aglomerados urbanos que mide el Indec.
Recordemos un voluminoso trabajo del Indec al que no se le prestó mucha atención indica que en 1980 se realizó un trabajo sobre la pobreza en la Argentina. En él se daba una escala que desvalía a niños y jóvenes. A menor edad peores condiciones. Así, eran pobres un 40,5% menores de dos años, 39,4% de niños en edad escolar, 28,4 de jóvenes, 20,4 mayores de 65 años. Se venía de un pasado mejor y se comprometía con alta pobreza a las nuevas generaciones. Rosario dejó de ser nudo ferroviario en 1992, fue perdiendo el puerto a manos de la cadena de privados desde 1980 y sufrió lo que algunos denominaron "genocidio industrial". Hay una herencia intergeneracional desde aquellos 1980: padres excluidos, marginados, hijos y seguramente nietos también en esa condición.
La última medición del Indec coloca al Gran Rosario, otra vez en la cima: 11,3% de desempleo, por el proyecto económico actual que se instrumenta lo que es contrario a combatir la inseguridad.
Un libro de Amartya Sen (Premio Nobel de Economía) el que se ha ocupado de temas de la pobreza, (incluye un trabajo de Bernardo Kliksberg), cita a la Organización Panamericana de la Salud, la que opina que un índice normal de criminalidad se halla entre 0 y 5 homicidios por cada 100.000 habitantes. Cuando ese índice se coloca entre 5 y 8 la situación es delicada, pero cuando excede de 8 nos hallamos frente a un cuadro de criminalidad "epidémica".
Agregan que soluciones simplificadoras pueden agravar lo que estamos planteando. Por ejemplo, si toma a la juventud como una etapa transitoria de la existencia que no merecería políticas específicas. También la desigualdad social, el trabajo en negro, las dificultades para el acceso al agua y a la luz. Allí, la drogadicción hace su negocio, el más lucrativo para minorías pudientes, pero reclutan mano de obra barata para la difusión del negocio y la disputa de territorio y población lo que suma y se agrava por la participación policial. El capitalismo pretende lucrar o mercantilizar cuanto sea. ¿Pero no se crea un problema de civilización, de crisis civilizatoria?
Se suele ofrecer de ejemplo de "mano dura" de otros países, EEUU, por ejemplo. Los autores citados señalan que en 1997 tenían 2.200.000 personas en cárceles, ocho veces más que en 1975, que el gasto –en cárceles y seguridad privada– llegaba a 60.000 millones de dólares anuales. La circulación de armas es un serio problema allí y también entre nosotros. Actos criminales ejecutados por individuos, jóvenes generalmente, dejan muertos son hechos sobrecogedores.
Aquí queremos dejar sentado con mucho énfasis que se trata de un problema policial, judicial, indudablemente, pero también familiar porque muchos crímenes tienen ese ámbito, pero es también social. Vivir sin sobresaltos debe ser tema estatal y social no fácil de resolver. En el mencionado trabajo de 1980, del Indec, se definió lo que denominaron "pobreza estructural" y a ella se refirieron. Comprendía hacinamiento, déficit de vivienda, baja educación, etc. Minujin, Beccaria y otros publicaron, en los 90, un trabajo sobre "desigualdad y exclusión" en el que afirmaron que la estructura social tendió a polarizarse y la pobreza se hizo más heterogénea. Así, a los pobres estructurales se agregaron "nuevos pobres", por ingresos, lo cual resultaría otra metodología a considerar.
Los autores citados propone un gran pacto social para enfrentar la criminalidad que construya la cohesión social. Pero un proyecto de ajuste, eterno ajuste antipopular, tarifazos, despidos, importaciones que llevan al cierre de industrias y fuentes de trabajo, política impositiva para beneficio de los poderosos, políticas que tienden a bajar el costo laboral, como se formula desde fuentes gubernamentales, son estímulos para la inseguridad que se dice combatir.