—Esta propuesta surge a instancias de uno de los actores y, lógicamente, y digo lógicamente porque los proyectos autogestivos de teatro interdependiente son muy difíciles de llevar adelante, había comenzado a frustrarse la posibilidad antes de surgir. Me proponen dirigir y actuar. Yo le dije que evidentemente dentro de mí venía la semilla de la dirección. Hace tiempo que tenía ganas, pero hacer las dos cosas al mismo tiempo me parecía imposible. Entonces le pedí el texto y cuando lo leí quedé enamorado y empecé a pensarlo y a verlo en escena.
—¿Qué te sedujo específicamente de este texto dentro de la vasta obra de Fontanarrosa?
—En este caso particular lo que me dispara es el conflicto puntual y neurálgico de la obra que es soñar. El Negro Fontanarrosa, con una maestría impecable, muestra como Pendino, el protagonista de esta historia comienza a ser juzgado por haber soñado haber tenido relaciones íntimas con esta señorita a la cual él ama de una manera muy platónico, muy poética. Pero también deja ver que en el momento que fue escrito y donde fue presentado, en Teatro Abierto del 82 por el director Pepe Costa, en ese momento la palabra sueño o el hecho de soñar era muy difícil que se representara en la cabeza de un argentino. Yo creo que este es un momento para refundar esa posibilidad de soñar sin que ese sueño traiga consecuencias negativas.
—Eso fue en el 82, después de un año del regreso a la democracia, y ahora ya pasaron más de treinta años. ¿Qué puntos de contacto encontrás?
—Planteo eso y también surge algo que alcancé a ver en mi último trabajo televisivo en "La Leona", cuando pude hablar con Pablo Lago, uno de sus autores (la otra es Susana Cardozo). Cuando apenas empecé a ver los primeros capítulos le dije si tenía la bola de cristal porque "estás reflejando cosas que empezaste a pensar en el 2013, las escribiste en el 2014 y se grabó en el 2015, y ahora se está viendo como si la hubieses escrito ayer". Y me dijo "¿o nos repetimos demasiado los argentinos?". En ese repetirnos lamentablemente somos bastante previsibles y cuando lo pensás desde 10 años a esta parte, realmente y tristemente, creo nos estamos repitiendo. Creo que soñar hoy es mucho más difícil que hace seis años atrás.
—¿Cuáles serían los sueños incumplidos, las cuentas pendientes o expectativas irresueltas?
—Cuando tenemos un sueño en conjunto y cuando se da a partir de una crisis como nos pasó a principios de 2000, creo que en ese momento estamos unidos en el dolor, el desánimo, inclusive en el hambre y en momentos muy violentos. En ese momento sentimos que somos 40 millones que necesitamos una solución y se deja un poquito de lado el yo, el interés personal por el interés colectivo. Pienso que la materia pendiente, cuando empezamos a subir los primeros escalones de esa escalera que en aquel momento parecía interminable y empezamos a estar todos un poquito mejor, es que no nos dejemos abordar por ese yo, por ese "estoy primero que", y recordamos que estamos los 40 millones. Y si en esos peldaños tuvimos la suerte de subir algunos escalones más, es nuestra obligación tenderle una mano al que está un par de peldaños más abajo sin que eso sea un acto heroico sino un acto natural.
—¿La idea sería naturalizar la solidaridad?
—Naturalizar la solidaridad y que no se vea como un acto populista, que se vea como un acto natural del Estado que dentro de los 40 millones de habitantes se da cuenta que hay algunos que pueden solos y otros que necesitan de todos los otros.
—¿Qué tiene Fontanarrosa para ser un autor del que se reponen permanentemente sus obras o que tenga récord de temporadas en escena?
—Creo que tanto el actor como el espectador y el director sienten la misma empatía que siente el otro. Es sentirse identificado en cada palabra, en cada coma, en cada suspiro del texto. (Mario) Vidoletti en La Sede creo que es uno de los máximos exponentes de este género y un abanderado de Fontanarrosa. Es el humor, el humor de la oficina, del bar, de la cancha, el que manejamos a diario. Eso es lo que nos lleva a identificarnos y a hacer que se reponga siempre.
—¿Cómo te llegó la propuesta para interpretar al comisario Márquez en "La Leona"?
—Mi representante en Buenos Aires me lo planteó como un bolo televisivo, eran dos apariciones en dos capítulos, y se hicieron cinco capítulos. Después de esos cinco capítulos, la producción le dijo al autor que escriba algo para el comisario y partir del capítulo 100, y ya va por el 85, vuelvo con siete capítulos más a la novela sobre el final, en el momento más álgido de la historia, que obviamente no te puedo contar. Fue muy lindo haber podido participar en eso.
—Tu primer contacto con el teatro en fue con Héctor Barreiros. ¿Cómo recordar esa experiencia?
—Yo comencé con Héctor en el taller de Empleados de Comercio, justamente en 2001, en una de estas crisis donde uno busca un salvavidas, y dentro de esas posibilidades estaba el arte y el teatro, que yo siempre lo había mirado con ganas, pero nunca me había animado. Y me pasó lo que siempre me dijo Héctor: "Cuanto te subís a un escenario es como beber veneno de una copa de plata, o no te bajás más, o te bajás y no subís más. Pero no hay intermedios". Y a mi me pasó eso. Trabajé mucho con Héctor, inclusive siendo auxiliar de sus talleres. Después, cuando Héctor comenzó a alejarse por problemas de salud, ahí comencé a hacer mis primeros pasos fuera de Empleados de Comercio.
—¿Cómo influyó "Canillita" en tu carrera?
—Ahí sentí esa necesidad de decir "esto es lo que quiero hacer para toda mi vida". A partir de ahí dejé mi trabajo convencional, si se quiere, en una oficina y empecé a buscar trabajo como actor y a viajar donde estaba el trabajo. A Santa Fe capital, porque en ese momento se estaban haciendo miniseries con el apoyo del gobierno en todo el país, una televisión federal. Ahí tuve la posibilidad de hacer la miniserie "¿Quién mató la Bebe Uriarte"?, con Federico Luppi, Miguel Angel Solá, y un gran elenco de actores de la provincia de Santa Fe. Ahí me conecto con gente de Buenos Aires. En realidad uno de los productores es rosarino y hace doce años que trabaja en la Televisión Pública. El me conecta con mi representante y ahí empiezo a hacer mi camino en Buenos Aires, pero sin abandonar Rosario, porque tengo a mi familia acá. Siempre digo que me van a dar el premio al trayecto, no a la trayectoria (risas).
—¿En Rosario preparás algo más, además de la dirección de "Sueño de barrio"?
—Acá estamos empezando a hacer los primeros esbozos con un músico de la ciudad que fue quien nos hizo la música original para "Sueño de barrio", Claudio Garbolino, y con José Luis Martín, que forman un grupo y tienen una trayectoria, estamos armando un espectáculo con textos y canciones que creo que en pocos meses lo vamos a tener listo.
—También trabajaste en "Gol de oro". ¿Cómo evaluás la creación de la comedia municipal?
—Justamente da la posibilidad, al menos ese tiempo, de dedicarse exclusivamente a la actuación y pensar y transpirar y transitar exclusivamente la actuación, que es algo casi imposible cuando uno lo hace de manera independiente. Cuando lo hace de manera independiente está pensando absolutamente en todo porque esa cooperativa, que es la forma legal que toman todos los grupos independientes, tienen que estar en todos los detalles, y se pierde la posibilidad del goce, de pensar solo en la actuación, en el personaje y en lo que tenga que fluir en escena. En "Sueño de barrio" tuve el honor de formar un grupo humano muy sólido. Somos un grupo humano que nos queremos muchísimo, que hacemos mucha fuerza y que tenemos en claro que la única posibilidad de llegar a la meta en esta maratón es desde el trabajo en equipo, y no hay otra posibilidad.
—¿Qué proyectos te quedan en Buenos Aires?
—En este momento la actividad en Buenos Aires bajó muchísimo. En televisión al encender la pantalla lo podés verificar noche a noche, hay mucho enlatado, hay mucha novela de afuera y lógicamente esa novela te puede mostrar un micro universo de lo que nos puede pasar como país. Si nosotros abrimos demasiado la ventana y dejamos entrar esas propuestas, aunque sean excelentes productos, vamos a terminar desplazando a los productos nacionales. El trabajo bajó mucho, pero los proyectos están. Yo por ejemplo estoy esperando que me contesten de un casting que se hizo hace dos meses y cuando la producción se contacta me dicen que todavía estamos esperando. No existe la agilidad que existía años atrás. Había un proyecto se hacía un casting y en dos o tres meses estaba todo solucionado y se empezaba a grabar. Ahora se está avanzando con pies de plomo y eso hace que disminuya muchísimo la producción local.
—En "¿Quién mató al Bebe Uriarte?" interpretabas a un policía, como en "La Leona". ¿Ahora también?
—No (risas). No en este caso el personaje es Carlos Pellegrini. Son ocho capítulos de grandes biografías y a mi me tocaría ese papel. Y por el perfil, sí, el 80 por ciento de mis apariciones en televisión es policía, o comisario, o gatillo fácil, o abogado, está siempre de la mano de la ley. Me buscan por ese perfil y lo aprovechamos.
Héctor Barreiros, al maestro con cariño
Fabián Fiori llegó la teatro a través de Héctor Barreiros, que dirigía el grupo Aquelarre, y quien también fue periodista de Espectáculos del diario La Capital durante varias décadas. Así recordó Fabián Fiori al director. "Como docente era un verdadero animal de teatro. Se volcaba, vivía, transpiraba teatro. Dejaba de comer por el teatro. Recuerdo que lo visitaba y estaba con fideos y aceite porque había puesto hasta el último centavo que tenía en una producción chiquita que para él era un mega producción. Dejaba absolutamente todo y dejó la vida haciendo teatro. Me enseñó lo fundamental que uno tiene que tener para empezar con esto, que es el amor y el hacer a pesar de todo. Dejar la queja de lado y hacer. Era un hacedor con mayúsculas y mi respeto y mi recuerdo siempre va a ser gigante para él porque me dio lo más importante que tenía, me dio el teatro. Hay un recuerdo que siempre tengo presente. El me decía 'lo que noto de vos es que aprendés lo que yo me propongo que aprendas, pero también vas aprendiendo de lo que a mí se me va cayendo del bolsillo'".