Rosario asiste a una reformulación de su criminalidad pero no necesariamente de sus organizaciones criminales. Las cabezas de éstas hoy no asoman con la nitidez del pasado reciente. Hace algo más de siete años, cuando media docena de bandas estaban en su esplendor, un precario sistema de reglas contribuía al mantenimiento de la violencia en términos moderados. Cada una prevalecía en una zona geográfica con estructuras de relativa paridad que aseguraban una regulación implícita. Pero al iniciarse el desmembramiento de éstas, por múltiples factores, se generó una inestabilidad notoria, expresada en choques de enorme violencia, en el alza de la tasa de homicidios y en la participación en la disputa de jóvenes de menor experiencia y mayor propensión al derramamiento de sangre.
El momento actual, en ese sentido, encierra una paradoja que, a muy diferente escala, se dio en ciudades de Colombia o México. Cuando se atacó a las organizaciones criminales, confinando a sus eslabones superiores, las calles se volvieron hervideros de inseguridad.
Ausencia de reglas. Cuando hay falta de liderazgo y ausencia de normas claras en el terreno del delito la violencia recrudece. Este es un momento, en Rosario, de anomia criminal. Coinciden en ésto analistas del Ministerio de Seguridad, de la Policía de Investigaciones (PDI) y del Ministerio Público de la Acusación. Las bandas crujieron con una cantidad importante de líderes encarcelados, asesinados, expuestos en procesos judiciales o en transición a emprendimientos de menor visibilidad. Esa dispersión que estalla en violencia es producto de ausencia de regulaciones a partir de una cabeza con autoridad que ordena, que establece jerarquías, códigos claros y mecanismos de reparto que producen respeto y convivencia en los territorios.
No hay que buscar en este momento cabezas nítidas con estructuras sólidas como en años anteriores. Hacia 2008, con posesión territorial y acuerdos estables prevalecían en Rosario Los Monos, hegemonizados por la familia Cantero, en la zona sur; Roberto "Pimpi" Caminos, en el sudeste; la dupla Esteban Alvarado-Luis Medina en el oeste y sudoeste; Andrés "Pillín" Bracamonte en el centro-norte; Olga "La tata" Medina y Delfín Zacarías en el norte, desplegando su predominio hasta San Lorenzo.
Significativos actores del crimen aunque de envergadura menor en comparación se movían por debajo de ellos. El caso de la familia Bassi, los Quevedo y Diego Cuello en Villa Gobernador Gálvez; los hermanos Vázquez bajo la éjida de Los Monos en el sudeste; Roberto "Tuerto Boli" Padilla, en Empalme Graneros; Ignacio Actis Caporale en barrio Acíndar; Leonardo Popea en Funes. Lo que unificaba a todas estas figuras no era tanto sus diferentes logísticas sino la vastedad de sus acuerdos con la policía de Drogas y de la Unidad Regional II.
Movidas erróneas. Todo ese dibujo empezó a resquebrajarse con algunos movimientos de vendedores de drogas que quisieron convertirse en mayoristas y controlar segmentos más remunerativos de la distribución. Es lo que parece haber pasado a partir de 2012, con las acciones de Luis "Pollo" Bassi y Martín "Fantasma" Paz, quienes pagaron sus ambiciones uno con la cárcel y el otro con su vida.
Esos reacomodamientos generaron tal derrame de sangre en las calles que el Estado, sin conocimiento, promovió una ofensiva contra las cabezas visibles de los grupos criminales. El resultado fue paradójico. Como dice el colombiano Juan Garzón Vergara, tras golpear las estructuras y debilitarlas no fue capaz de consolidar su presencia en los territorios que aquellas ocupaban. ¿Resultado? La violencia nunca dejó de estar y surgieron facciones desprendidas o nuevas en una disputa cada vez más degradada.
Lugares por ocupar. ¿Qué asoma en el mapa de Rosario en la transición que se inició con el desmembramiento de las bandas conocidas? Grupos armados precarios que pujan con estructuras endebles sin otro lenguaje que la violencia. En la zona sur la incógnita es quién ocupa el lugar que deja la detención de los principales actores de Los Monos (Máximo Ariel "Guille" Cantero, Ramón "Monchi Cantero" Machuca y Ariel Máximo "El viejo" Cantero) además de la muerte de su líder: Claudio "Pájaro" Cantero.
A dos años de estar detenido, Guille fue detectado en la cárcel organizando el tráfico de 60 kilos de cocaína, por lo que fue procesado en noviembre por la Justicia Federal como jefe de una organización narco. El poder de la prisión para moderar el accionar de la banda es de relativa eficacia. El que acuda hoy a los barrios Las Flores o La Granada advertirá la presencia de soldaditos en las esquinas como durante el apogeo de Los Monos. ¿A quiénes responden? Nadie duda de que a familiares o allegados de los mismos Cantero que están presos.
Tras el asesinato con una veintena de balazos de Luis Medina, el 29 de diciembre de 2013 en el acceso Sur, en la zona oeste y norte de la ciudad las acciones de inteligencia de la PDI apuntan a referentes que esperan la inminente salida de prisión de un actor protagónico del delito: Esteban Lindor Alvarado, quien fue condenado a 6 años y medio de cárcel como jefe de una banda de ladrones de autos, pero ya en condiciones de salir de la prisión de la localidad bonaerense de Urdampilleta donde está hace cuatro años.