Charlas en el Café del Bajo - Jueves 27
—Yo, como tantos otros lectores, soy testigo de cambios significativos en la vida social
argentina. También soy testigo de sucesos trágicos, muchas veces cambiados de acuerdo con la
necesidad política, terquedad y estupidez de los bandos en pugna.
27 de diciembre 2007 · 00:50hs
—Yo, como tantos otros lectores, soy testigo de cambios significativos en la
vida social argentina. También soy testigo de sucesos trágicos, muchas veces cambiados de acuerdo
con la necesidad política, terquedad y estupidez de los bandos en pugna. Por ejemplo: la
confrontación armada entre la guerrilla y las Fuerzas Armadas o la guerra de las Malvinas. Para
quienes hemos vivido esos tiempos, para quienes hemos sido testigos de algunas cosas, no puede
menos que indignarnos la hipocresía de algunos, la mentira descarada, el disfraz que muchas veces
se le puso a los verdaderos hechos y ese rencor que ha quedado en muchas personas de uno y otro
signo político que es un virus peligroso y de vida latente que (¡ojalá jamás suceda!) podría
despertar al monstruo de la muerte.
—Lamentablemente poco se hizo históricamente en esta
Nación para la unidad, la paz y el crecimiento. Su mismo deseo, ese anhelo de que jamás sucedan
enfrentamientos armados, lo tuvieron después de Caseros muchos argentinos que clamaban por la
pacificación en aquellos tiempos de unitarios y federales. ¿Pero qué sucedió? El país sigue hasta
hoy con turbulencias más o menos disimuladas en ciertos casos, pero con ese peligro latente al que
usted alude. Urquiza, por ejemplo, se equivocó. Creía que la victoria de Caseros aseguraba la
muerte del ideario rosista. ¡Qué error! ¡Qué falta de visión! Los unitarios postreros, esto es los
conservadores y liberales, autócratas en el fondo, supusieron que estableciendo un régimen de
enseñanza en el que la mentira era el norte (Rosas no era más que un vil delincuente) podrían
terminar con el pensamiento nacional, muchas veces peligrosamente devenido en nacionalismo
putrefacto (esto hay que decirlo) ¡Otro tremendo error! Bastó con que un líder, como Perón,
reivindicara los derechos del pueblo y sus pensadores sublimaran la política de Rosas, para que el
caudillo resucitara con todo su esplendor.
—Tiene razón, Inocencio. Y esto permite sostener que se
equivocan aquellos que piensen hoy que podrán dirigir el pensamiento argentino hacia determinadas
ideologías, sólo porque en los medios de comunicación, en las escuelas o universidades se acomoden
los programas conforme al sustento ideológico. Creer eso es no saber cómo es el hombre argentino y,
en consecuencia, habrá que esperar, no más, un nuevo ciclo con otro enfoque ideológico. Y así
seguiremos de tumbos en tumbos.
—Hace falta una confesión sincera, decir la verdad.
Rosas tuvo sus perversidades, pero no todo lo de él fue perverso, también tuvo sus grandes
aciertos. Lo mismo puede decirse del unitario Paz, de Perón y de tantos otros que estaban en su
contra. Y eso cabe para los que siguieron, hasta nuestros días. Aquí no habrá crecimiento genuino
sin unión, sin seguridad jurídica. No habrá paz social perpetua sin verdadera reconciliación. Las
bondades del campo sólo son útiles para algunos sectores, pero es evidente que hace falta mucho
más, porque la soja, señores y señores, no basta para que exista justicia social.
Candi II
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