Pese a que la aviación comercial es el medio de transporte más seguro del mundo y que millones de personas la utilizan anualmente, a veces está sujeta a riesgos adicionales provenientes de conflictos políticos y bélicos. Durante las últimas décadas varios aviones comerciales fueron secuestrados o derribados en pleno vuelo o permanecen aún desaparecidos.
La empresa Korean Airlines, por ejemplo, sufrió dos ataques a sus naves. El primero fue en 1978 cuando un Boeing 707 que cubría el trayecto entre París y Seúl fue seriamente dañado por cazas soviéticos y tuvo que aterrizar de emergencia. El otro, en 1983, sí causó el estallido de la máquina, un Jumbo 747 que volaba entre Nueva York y Seúl con 269 personas a bordo, entre pasajeros y tripulantes. Todos murieron. Se acusó a la ex URSS de haber disparado contra el avión, que según los rusos volaba por una zona vedada al tráfico aéreo con fines de espionaje, en un serio incidente de la Guerra Fría de aquellos años.
En 1988 un vuelo de Pan American explotó sobre la localidad escocesa de Lockerbie. También un Jumbo 747, que volaba entre Londres y Nueva York, se desintegró cuando un explosivo colocado en el compartimiento de los equipajes detonó a poco más de media hora de haber despegado de Heathrow, la principal estación aérea de Inglaterra. El ex líder libio Muamar Kaddafi fue el autor intelectual del atentado. Murieron 259 personas que iban a bordo del avión y otras 11 en tierra.
También en 1988, un avión de Irán Air con 290 personas a bordo fue derribado en el golfo Pérsico por disparos del crucero lanzamisiles norteamericano USS Vincennes. El gobierno de Estados Unidos alegó que se trató de un error y que la nave militar confundió el Airbus iraní, que volaba entre Teherán y Dubai, con un jet de combate. No hubo sobrevivientes.
En 2001, terroristas de Al Qaeda secuestraron cuatro aviones que cubrían rutas domésticas en Estados Unidos para cometer una serie de atentados resonantes contra las Torres Gemelas de Nueva York, el Pentágono y el Capitolio o la Casa Blanca, aunque éste último objetivo no fue alcanzado y el avión se estrelló en una zona abierta de Pennsylvania. Se estima que cerca de tres mil personas murieron en los impactos de dos aviones en las Torres y un tercero en el Pentágono. Todos los pasajeros y tripulantes de las naves también murieron.
Ese mismo año, un avión de Siberian Airlines que volaba entre Tel Aviv (Israel) y Novosibirsk (Rusia) fue derribado por militares ucranianos que realizaban entrenamiento en la zona. Por error, según dijo entonces el presidente ucraniano, sus fuerzas dispararon un misil que impactó en la nave rusa que volaba cerca del mar Negro. Murieron 88 personas.
Últimos meses. Sin duda que el 2014 será recordado como un año trágico para la aviación comercial. En marzo, un Boeing 777 de Malaysia Airlines, que cubría el trayecto entre Kuala Lumpur y Pekín con 239 personas a bordo, desapareció misteriosamente de los radares y hoy, cuatro meses después, no hay un solo indicio sobre qué puedo haberle sucedido. En principio se sospechó del piloto por el inusual cambio de rumbo de la máquina, luego se especuló con un accidente o incendio a bordo que pudiera causar la tragedia. Se buscó el aparato en distintas zonas de la trayectoria de vuelo e incluso más al sur, cerca de las costas de Australia, sobre el océano Índico. Pero aún no hay una sola pista de dónde puede encontrarse un enorme avión que, con un excelente récord de seguridad, tiene casi 64 metros de largo y 19 metros de alto. Muy grande para desaparecer sin dejar un solo rastro.
Especulaciones de todo tipo, algunas disparatadas, se formulan sobre el destino de la nave y de sus infortunados pasajeros. La teoría de que fue derribado en pleno vuelo por un ataque desde tierra cobró más fuerza en los últimos días con lo ocurrido con otro avión de la misma compañía malaya en Ucrania. En alguna parte debe estar. ¿Pero dónde?
Ucrania bajo fuego. La guerra civil entre los ucranianos leales a su gobierno y los separatistas que buscan la anexión del este del país a Rusia, además de la ya consagrada en Crimea, pasó de ser un conflicto regional a internacionalizarse. Hasta hace unos días la disputa entre Rusia, principal protagonista, y un nuevo gobierno ucraniano que quiere pertenecer a la Unión Europea (pero que cobija en su seno a personajes con polémicas ideologías, algunas no tan democráticas como se las quiere exhibir), transitaba por un camino incierto pero más controlado que otros focos de tensión mundial. La situación cambió a partir de la caída, hace menos de 10 días, de otro Boeing 777 de Malaysia Airlines que fue derribado por un misil mientras volaba por el espacio aéreo ucraniano, cerca de la frontera con Rusia. La máquina, con 298 personas a bordo, viajaba en una habitual ruta hacia el sudeste asiático entre Amsterdam y Kuala Lumpur. Entre las víctimas había una mayoría holandesa de 193 personas, seguidas por 43 malasios (incluidos los 15 tripulantes), 27 australianos, 12 indonesios, 4 belgas, 4 alemanes, 10 británicos y el resto de otras nacionalidades. Como en toda tragedia, hay muchas historias estremecedoras. Pero sobresalió la de un abuelo que con sus tres nietos regresaban a Australia en el avión derribado después de unas vacaciones en Europa. Los padres de los niños se habían quedado unos días más en Holanda.
Desde que estalló el conflicto en Ucrania, el de Malaysia no fue el único avión bajado con un misil. En junio, un carguero ucraniano que transportaba 49 soldados fue alcanzado por un cohete de las milicias prorrusas y cayó a tierra. No sobrevivió nadie. También derribaron varios aviones de combate (dos naves ucranianas esta semana en la misma zona donde cayó el de Malaysia).
No se explica por qué algunas empresas aéreas como Malaysia y otras europeas no evitaban el corredor aéreo peligroso sobre Ucrania, ahora en discusión sobre si estaba habilitado para volar o clausurado por debajo de los 10 mil metros de altura. Según informó la propia aerolínea Malaysia en su página web, el avión volaba por indicación de los controladores aéreos a 33.000 pies, es decir apenas por encima de los 10 mil metros. De acuerdo a un trabajo publicado por el New York Times, la holandesa KLM y la alemana Lufthansa empleaban hasta el incidente la misma ruta que el avión de Malaysia. En cambio, la inglesa British y la francesa Air France venían evitando esa zona y desviaban el curso de sus vuelos hacia el sur para evitar el este ucraniano.
¿Quién y por qué? Pero más allá de los detalles técnicos aeronáuticos que poco importan, alguien disparó el misil que impactó en el avión. ¿Con qué objetivo? ¿Confundieron el avión con el de Putin? ¿Creyeron que era un transporte militar ucraniano? Los separatistas prorrusos y Rusia intercambian acusaciones con Ucrania. Estados Unidos asegura que se empleó un misil ruso cedido por el gobierno de Moscú a los prorrusos. Y mientras tanto un escenario dantesco se registró en la zona del desastre, con cadáveres diseminados por todas partes que cayeron desde el aire y civiles hurgando entre los muertos en busca de cosas valiosas. "Estoy conmocionado por las imágenes del lugar. La gente camina por ahí con las pertenencias personales de las víctimas", dijo irritado el primer ministro holandés Mark Rutte.
El martes, casi todas las compañías aéreas suspendieron sus vuelos a Tel Aviv por algo más de 24 horas porque un misil lanzado por el grupo Hamas desde la franja de Gaza pasó cerca del aeropuerto internacional de Israel. El temor a que se repita el caso del avión de Malaysia sobre Ucrania está muy presente.
El mundo también se ha tornado peligroso en el cielo: los cementerios ya no sólo se encuentran en tierra firme.