Allá por la década del 60, cuando todavía en la Argentina existían inmigrantes de distintas procedencias, había entre ellos de aquellos a los que no se les reconocían los títulos, aún cuando estos perteneciesen a ciencias que abarcan a temas universales, como por ejemplo para este caso, profesor doctor en filosofía. Este era un señor sencillo, sufrido, como se solía decir en esos tiempos, y formaba parte de un grupo que se reunía en un determinado lugar y hora para charlar, desahogar sus penas, llorar sus recuerdos. Como ocurría en esa época, había por parte de quienes les correspondía reconocer su título cierto reparo y recelo: este señor con mayúscula, era polaco y judío. Pero cargaba su mochila en silencio y llevaba una vida serena, y de mucha lectura porque las mencionaba cuando discutían sobre algún hecho de carácter internacional o político. Vivía en un departamento de pasillo, de día era lo que se conoce hoy como cartonero; de noche, ayudaba a un paisano a vender billetes de lotería y como sabía de música, ayudaba a Juan Untersander, el entonces director del coro Mixto de Rosario, a transcribir las partituras a distintas voces. A los chicos nos gustaba escuchar los relatos, "de los viejos", medidos con nuestras edades y nos sentábamos cerca a jugar a la payana, las damas, ajedrez, o a las cartas. Para no ser menos, leíamos los diarios que nos prestaba el diariero y con mucho interés seguimos la separación de Europa en Oriental y Occidental y la hablamos con él. No puedo olvidar nuestro susto cuando nos corrigió que la peor de las divisiones fue hecha a principios del siglo XX y después de la Primera Guerra Mundial: los países del hemisferio sur debían ser proveedores de agua y alimentos del hemisferio norte y que la Argentina todavía estaba a tiempo de evitar serlo. Sin embargo, así como propios se cambiaron de vereda -por las dudas- y sin querer apoyaron a ajenos y dejaron solo al que quiso aprovechar el paso del tren por el andén principal, los que lo siguieron y siguen, continúan -con todo desparpajo- olvidando cuál es su responsabilidad, que muy bien supo explicar Luis Landriscina.