El jueves 29 de septiembre tuve que ir, a las 23.30, por un golpe en uno de mis pies a la guardia del Sanatorio Americano. La médica que me atendió estuvo bien, me examinó y me recetó un inyectable y una placa, ya que no sabía si estaba fisurado. Le pregunté si me podía sacar la placa en ese momento, porque ella me había sugerido que me la haga a la mañana siguiente, y me respondió que sí, por ello opté por quedarme a esperar la llegada del radiólogo, quien tomó la guardia a las 24. En un momento veo llegar a un chico y le pedí hacerle una pregunta a lo cual mientra le hablaba seguía caminando y me miraba sobrándome. Me dice que era el radiólogo y que ya me llamaba para hacerme el estudio. Mientras hice autorizar la receta en la guardia, a los 15 minutos sale el profesional y me dice que pase. Lo primero que me preguntó de mala manera fue quién me había recomendado hacerme la placa en ese momento. Le respondí que la doctora me había dicho hacermela a la mañana, pero que opté por efectuarla en ese momento ya que quería estar tranquilo, y él de mala forma me dijo que me realizaría el estudio, pero que él sólo estaba para urgencias. No tuvo la delicadeza de preguntarme primero cómo y qué me había pasado, sólo le importaba irse. Esa noche no concurrí porque me gusta ir a pasear al sanatorio si no porque me dolía mucho y la actitud me sacó las ganas de hacerme el estudio y le tiré la receta en la cara y me fui. ¿Tanto le molestaba hacer una placa más? Con respecto a la médica que me atendió esa noche, excelente trato, nada que objetar. Incluso quiero agradecer a Marcela D'Angelo por haberme atendido a la mañana siguiente y haberse preocupado por el inconveniente.