Cuando yo era chico mi abuelo, que vivía en el campo, me decía que la Argentina era un "país generoso" cuando veía a aquellos esforzados pobladores de la zona, extranjeros o descendientes de aquellos, que con humildes casas de techo de chapa y piso de tierra, además de trabajar esporádicamente en determinado tipo de cosechas estacionales, tenían en su casa gallinas, patos, huertas, frutales, y algunos hasta alguna vaquita. Todos tenían la ropa con remiendos, pero siempre limpias y bien acomodadas al igual que sus casas. El dicho de país generoso provenía del hecho de que todos, si eran trabajadores y responsables, tenían un suficiente nivel de oportunidades para sobrevivir con cierta dignidad y esfuerzo. Hoy en día con lo que se ve y escucha creo que nuestro país ha dejado de ser un país generoso como antaño, y se ha convertido en un país lleno de personajes generosos con los dineros del pueblo. Ejemplo claro de ello es que hay multitudes que te tildan de discriminador si considerás que hay que limitar el ingreso de extranjeros, ya que nuestra Constitución y tantos tratados internacionales no lo permiten. Pero si en la Argentina existen millones de desocupados, ingresar más gente para que sigan siendo desocupados o quitarles posibilidades de trabajo a nuestra gente es sencillamente un inhumano despropósito, cuasi una traición a la patria y su gente. Lo mismo ocurre con aquellos que vienen a estudiar y luego de terminar su carrera vuelven a su país de origen sin recompensar el esfuerzo de todos. Otro caso es el de la prohibición de ingreso a aquellos extranjeros que tengan antecedentes penales o estén procesados, después nos quejamos de la inseguridad a la que tenemos la obligación de prevenir y no de tener que expulsar a quienes han cometido crímenes como ha ocurrido hace poco. Estas consideraciones no deben actuar como impedimento irrestricto, sino que habrá que buscar una metodología adecuada para que esa presunta discriminación no se convierta en excesos que perjudiquen al país y su gente.