Una vez más, la sociedad argentina se ve conmovida por la noticia del fallecimiento de este valiente luchador en contra del narcotráfico. Curiosa o sugestivamente, este eclesiástico pierde su vida precisamente en momentos en que pregonaba en la ciudad capital de Tucumán, arengando a autoridades y pueblo sobre el alegre incursionar de la droga y sus distribuidores, ante la indiferente mirada de integrantes del poder, la policía y referentes judiciales. No sé si cómplices, indolentes, inoperantes o como aceptando con los brazos cruzados una realidad a ojos vista. Estadísticas de reciente data dan cuenta de cifras escalofriantes respecto de muertes de personas —muchas jóvenes— como consecuencia del descontrolado consumo de droga. Un dato no menor es el aporte de los establecimientos sanitarios y otros que tienen en sus manos el manejo del número de víctimas resultantes del tan temido flagelo. El sacerdote había solicitado su traslado habiéndose sentido amenazado de muerte. El Arzobispado quizás hubiese podido librarlo de tales presiones, de obrar en forma urgente. El dato oficial debería ser creíble. Es muy probable que el hermano Juan haya sentido temor ante las amenazas, decidiendo poner fin a esa presión torturante. Cada uno obra en función de sus decisiones inherentes a su personalidad. Pero lo que realmente hay que resaltar, en mi modesta opinión, es el hecho de la indignación que le produce al pueblo tucumano semejante noticia, habida cuenta que el sacerdote era una persona muy querida. El pueblo reacciona ante sus reiteradas denuncias, y por otro lado entendiendo que el libre accionar de los narcotraficantes, en todos los niveles, se hermana ante la indiferencia de quienes tienen la obligación de poner coto a ese impúdico accionar. Sea cual fuere la causa del fallecimiento del nombrado, se lo involucra en forma innegable al accionar libremente de los marginales en complicidad con el poder, la policía y la Justicia. ¿Estamos ante un nuevo caso Nisman o habremos de esperar que los muertos hablen y señalen con el dedo acusador a los autores de su muerte? No esperemos que se develen las razones de la partida del padre Juan, ya que la utopía aún envuelve el caso del fiscal, por ahora sin saberse —deliberadamente detenidas— las razones de su muerte.