¿Qué hubieran hecho en el Encuentro de Mujeres la anarquista Virginia Bolten, defensora de los trabajadores de "La Refinería"; la hermana Sor Juana Inés, de la famosa redondilla "hombres necios que acusáis"; las prostitutas judías explotadas en el viejo Pichincha; la Nobel niña paquistaní Malala; la revolucionaria Rosa Luxemburgo; la Nobel Marie Curie; la multifacética Violeta Parra; la poetisa madre soltera y rosarina, por un tiempo, Alfonsina Storni; la mística niña nacionalista Juana de Arco; la socialista luchadora contra el flagelo del alcohol, Alicia Moreau; las hermanas Cossettini, creadoras de la escuela Serena? ¿Qué hubieran hecho las mujeres que te formaron, qué hicieron y que dicen las que aún están a tu lado? Viví el encuentro como espectador, en la calle... "gentes de cien mil raleas", como dice Serrat; militantes políticas, militantes sindicales o luchadoras por convencimiento propio, acampando humildemente o alojadas en hoteles, abstemias o brindando con algo de alcohol amaneciendo el domingo. Las había con su ropa habitual o identificadas con remeras, recuerdo dos: "Pan y rosas" y otra, "Soy una puta feminista". Una concentración de esa magnitud es ineludiblemente una muestra representativa de nuestra sociedad. No puedo argumentar en contra sin escuchar los argumentos de por qué una docente agrede escuelas, o un empleado público destruye o ensucia el patrimonio del Estado, sus propios lugares de trabajo y nuestra propiedad. Mal que nos pese la frase "el Estado soy yo", en democracia todos somos Luis XIV, ciudadanos y ciudadanas, por si el genérico plural de la lengua española no alcanza para incluir a las mujeres. Argentina y Rosario, más aún, son por su historia y desarrollo un crisol de razas, suena hueca esa frase. Claro. Nacimos y crecimos acá, no tenemos dimensión de lo que significa. Las principales ciudades europeas tienen en su historia guetos, lugares turísticos en la actualidad como en Roma o Venecia (donde se inspiró Shakespeare para "El mercader de Venecia). No tenemos campos de refugiados para los musulmanes, no cubrimos las bikinis ni arrancamos las burkinis. Los negros no necesitan el ejército para ir a la escuela como los 9 de Little Rock de 1957 en Estados Unidos. ¿Hemos hecho todo? No. Seguro que no, pero como decía Deodoro Roca, no tan conocido para muchos y muchas de los asistentes: "Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan". Y bienvenida la lucha bien entendida para ganarlas. La agresión que sufrió la ciudad era esperada por el dueño de la santería de calle Laprida, que tapió su negocio cual si esperara un huracán. Ese sentido común no llegó a los primeros responsables y la autocrítica posterior al desastre tampoco llegó de nadie. Vi mujeres sacando fotos en el Monumento a la Bandera, al Negro en El Cairo, muchas habrán ido a los museos o de compras. Fueron gente normal que venía a la ciudad para discutir y reivindicar su papel en nuestra sociedad. Vino el domingo y la marcha, luego el lunes y la partida. "Y con la resaca a cuestas vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas. Se despertó el bien y el mal, la zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal y el avaro a las divisas. Se acabó, el sol nos dice que llegó el final. Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual. Vamos bajando la cuesta que arriba en mi calle se acabó la fiesta". Serrat. Individualmente no eran brujas, sólo era un disfraz, mostraban las tetas pero no eran Lady Godiva, sus actos vandálicos fueron como decía Hannah Arendt, sólo una expresión más de la banalidad del mal. Una banalidad que opacó una discusión que sin fundamentalismos está pendiente y es necesaria en nuestra sociedad.