El martes 9 de agosto pudo verse por un canal de TV el estado de contaminación de la brasileña Bahía de Guanabara, que presenta dos aspectos contradictorios: por un lado el romántico paisaje de ese accidente atlántico en cuya margen occidental se asienta Río de Janeiro, en el que en su entrada se halla el emblemático Pan de Azúcar, y que está adornado por Ipanema y Copacabana, dos de las playas más famosas del mundo. Pero cuando las cámaras dejan de mostrar la belleza paisajística y se concentran en lugares específicos, aparece la preocupante imagen de la contaminación, un verdadero flagelo para la ciudad de Río. Como en tantos lugares, se acumulan las botellas de plástico y otros objetos a veces insólitos como sillones y televisores desguazados. Además, los ríos que desembocan en la bahía vierten inmensas cantidades de líquidos industriales y cloacales, ya que sólo un 30 por ciento de esos efluentes son tratados. Los mares son importantes generadores de oxígeno, pero casi todos los del planeta están contaminados, lo que reduce la producción de ese elemento, y afecta además a la fauna marina. Claro que no sólo objetos varios, botellas y bolsas de plásticos producen polución; el derrame de barcos y plataformas marinas, así como nutrientes, fosfatos y nitratos originados en tierra, contribuyen a la contaminación de ríos, lagos y mares. Este estado antinatural perjudica a los pescadores y a las empresas pesqueras. Y por si ello fuese poco, el cambio climático también complica la vida de ejemplares oceánicos. Andando por las calles de nuestra ciudad de Rosario, podemos ver cotidianamente en las veredas y calzadas, envases y bolsas plásticas, papeles, cajitas de golosinas y marquillas de cigarrillos. Ante esta inconducta que tiene vigencia casi mundial, no es de extrañar que en las orillas de ríos y mares se acumulen ingentes cantidades de desechos plásticos cuyas micropartículas procedentes de la degradación, son ingeridas por los peces que pierden sus principales cualidades naturales. Tal inconducta se extiende a responsables de industrias, compañías navieras y gobiernos, traducida en determinaciones irresponsables por acción u omisión. Cuando una conciencia social y ecológica se arraigue en el proceder de toda la gente común en el mundo, y en los funcionarios de Estados y empresas, la contaminación en buena parte del 70 por ciento de agua del planeta, podrá disminuir y tal vez, en un futuro muy lejano, desaparecer.