"Es un disparate", dijo días atrás la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela Barnes de Carlotto, rechazando de plano la propuesta de la Conferencia Episcopal Argentina llamando a la reconciliación entre las víctimas de la represión durante el Proceso Militar y las del terrorismo en la sangrienta década del setenta. Una vez más, muestra su verdadera cara y su aviesa intención de perseverar en el tiempo con el mas duro estado de revancha y venganza. Además de tergiversar el verdadero contenido, alegando que los sujetos de la supuesta reconciliación se reducirían sólo a familiares de desaparecidos y militares, e ignorando una vez más a las víctimas de las bandas subversivas, que fueron miles, y de las cuales esos organismos que se hacen llamar de derechos humanos, jamás han esbozado una sola palabra de piedad. Entonces, ¿no será que esta tierna y abnegada señora se siente temerosa de que el éxito de la humanitaria gestión de la Confederación de Educadores Argentinos (CEA), deseada y añorada por muchísimos argentinos de buena voluntad, implique el cese del pago de indemnizaciones millonarias para ex guerrilleros y sus familiares, o el conchabo indiscriminado de parientes cercanos en puestos públicos y/o la permanencia de los ya instalados? Como si todo eso fuera poco, recientemente y perseverante en sus deseos de venganza y en claro rechazo al dictamen de la Corte Suprema de Justicia de avalar el computo del 2x1 en los juicios llamados "de lesa humanidad", decisión que no es otra cosa que un estricto ajuste a la letra del derecho y al principio constitucional de que "todos somos iguales ante la ley", se despachó diciendo: "son todos ladrones y mala gente", expresiones que además de considerarlas muy poco felices, me tientan a recordar ese viejo refrán que reza "el ladrón cree a todos de su misma condición".