Stephen Hawking pronosticó: "La inteligencia artificial podría significar el fin de la raza humana". Vi una película italiana "Perfetti sconosciuti" donde se evidencia hasta dónde un smartphone puede modificar nuestra vida. Es la famosa caja negra de los aviones, donde se guardan secretos, y pueden incidir en nuestros hábitos y costumbres. Uno se pregunta: ¿quién domina a quién? ¿El smartphone? o, ¿el smart men o smart women? En el filme mencionado, siete amigos (que lo son desde hace años: tres parejas y un soltero) se reencuentran en una cena en la que deciden jugar a un juego arriesgado: ponen sus smartphones sobre la mesa y en nombre de la confianza de "entre nosotros no hay secretos", deciden compartir los mensajes y las llamadas que cada uno de ellos reciba durante la noche, en una especie de ruleta rusa de SMS y llamadas con altavoz. No voy a develar el final, pero hay una moraleja, sobre todo en la dominación de las aplicaciones en cualquier lugar y hora, y la privacidad. La nueva "extensión del brazo" como yo llamo a los smartphones, ahora puso en boga a Pokemon Go. Toda tecnología sin llegar a fanatismos es buena, pero los excesos son malos. Por ejemplo: invasión del Museo del Holocausto o planta Fukushima entre otros. En EEUU. cayó a un abismo un seguidor de Pokemon (cazador-cazado por la parca) y otros accidentes. No hablemos de los cacos escondidos en Argentina al acecho de incautos seguidores de pokemones. Circula la foto de un gorila con el texto: "Cuando te sientas un tonto, piensa que hay gente buscando pokemones". La contrapartida de este juego manifestada en un "supuesto chiste" que circula en las redes, de un niño chaqueño con una mulita (animal real) en sus brazos y el texto reza: "Niño chaqueño buscando pokemones". Comparativamente una triste realidad.