Las policías federales que actuarán en Rosario contra el narcotráfico descomprimirán el estado de abandono que sufre la población al respecto. Pero no olvidemos que esta bienvenida colaboración, publicitada inocentemente con bombos y platillos en vez de hacerlo en secreto, tiene comienzo ahora y finalizará en diciembre de 2017. Será un año muy peleado en todo sentido: en procedimientos, en operaciones, en detenciones, en desmantelamiento de instalaciones, en someter personas a la Justicia, en dictar sentencias, en encarcelamientos. No todas serán rosas: ignoramos la reacción de la jefatura narco cuando se afecten sus intereses, podría ser que lo tomen como un vendaval al que hay que dejar pasar para luego retomar la antigua posición. Recordemos que este narcotráfico cumple el rol del Estado en muchas zonas marginales rosarinas. Mal que nos pese conocemos que se han convertido en jefes de extensas barriadas a las que brindan asistencialismo y ayuda, cosas que las autoridades legales les negaron en todo momento. Hay que asegurar que esta limpieza iniciada por policías especiales tenga su correlato luego de que ellas no estén. Acá, el Estado provincial deberá poner toda la carne en el asador para garantizar lo realizado. Deberán seleccionar los mejores elementos policiales con que cuentan y pegarlos a la espalda de las fuerzas federales, deberán aprender sus técnicas, aplicar sus tácticas, conocer nuevos equipos electrónicos. El gobierno santafesino tiene que invertir en móviles de última generación, bien equipados. Lo último y más importante: deberá instalar locales policiales dentro de cada zona liberada, junto con establecimientos sanitarios, centros de instrucción educativos y de aprendizaje laboral. Será la única forma de enfrentar a aquellos que pretendan seguir en el poder dentro de la oscuridad reinante.