Los voceros de "los mercados" dejan trascender que en Brasil lo peor de la más extensa y profunda recesión en cien años ya pasó y que en 2017 habrá crecimiento, aunque aún persisten las dudas sobre qué forma tomaría esa mejora tanto en términos económicos, como políticos y sociales.
Una muestra de estas dudas se dio esta semana, cuando se conoció que en el mes de mayo la economía se contrajo más de lo que todos los analistas habían previsto.
El Banco Central dio a conocer su índice de actividad económica, que mostró una caída de 0,51 puntos porcentuales, cuando un indicador de la agencia Bloomberg, en base a una consulta a 30 economistas "top" había arrojado 0,2 puntos.
Los índices de confianza del consumidor y confianza industrial mostraron una mejora fuerte en el último mes y la encuesta a economistas que realiza el Banco Central indicó que esperan una expansión del producto bruto en 2017.
La agencia Bloomberg destacó de todos modos en las últimas horas que la certidumbre aún está lejos ya que "hay signos de que la vuelta al crecimiento podría tomar más tiempo del esperado".
Entre esos indicadores, se ve que las ventas minoristas cayeron de manera inesperada en mayo y a niveles récord para ese mes del año.
Hubo euforia en la bolsa paulista cuando se confirmó que un aliado del presidente interino Temer, Rodrigo Maia, pasará a presidir la Cámara baja, lo que se leyó como un paso previo a la aprobación del paquete de leyes económicas impulsadas por el mandatario, principalmente destinadas a reducir el déficit fiscal.
De esa forma, el Ibovespa está en sus niveles más altos en 14 meses y el Real se revalúa, a la espera de que Temer -que cuenta con bajísimos niveles de aprobación pública- cumpla con su promesa de "poner a Brasil de vuelta sobre los rieles" y sin "ambiciones políticas" personales.
En ese contexto, la resistencia política al gobierno interino continúa no sólo por parte de la presidenta suspendida Dilma Rousseff, sino a partir de la acción del que sigue siendo el político más popular del vecino país, el líder del PT, Lula Da Silva.
El exmandatario está de gira política por el país cuestionando al Gobierno interino y tratando de poner la mayor cantidad de presión posible sobre los senadores que deberán decidir la suerte política de Dilma.
"El Gobierno se prepara para vender Petrobras, el Banco do Brasil y la Caixa Econômica. El Gobierno muestra que no sabe cómo gobernar y, como resultado, tiene que vender el patrimonio público. Lula juega sobre las debilidades de Temer, que cuenta con muy bajos niveles de aprobación en general, pero sobre todo es duramente cuestionado por activistas sociales, grupos de artistas, jóvenes, intelectuales y de mujeres que realizan permanentes protestas en distintos puntos del país.
¿Será viable la ecuación política y social del gobierno interino? ¿Cuál será la "salida electoral" para un proyecto político "alejado del populismo", al que aspiran los mercados? ¿De qué forma se saldará una crisis política que afecta al conjunto de la dirigencia política y empresarial luego de los escándalos de corrupción? Son todas dudas que se acumulan y que tendrán su impacto en la forma que Brasil encuentre para salir de la recesión.