Obras de Anselmo Piccoli componen Avatares de la forma, la muestra que el viernes próximo inaugura, a las 19, en el Museo Castagnino. La exhibición recorre el camino del artista, de la figuración a la abstracción, con la curaduría de Cristina Rossi.
Obras de Anselmo Piccoli componen Avatares de la forma, la muestra que el viernes próximo inaugura, a las 19, en el Museo Castagnino. La exhibición recorre el camino del artista, de la figuración a la abstracción, con la curaduría de Cristina Rossi.
Anselmo Piccoli nació en Rosario, en 1915. En su formación temprana fue clave el aprendizaje del dibujo a partir del modelo así como la práctica de la pintura mural. En 1935 realizó, junto a su maestro Berni, la obra de gran formato El hombre herido. Documento fotográfico, pintada con soplete de aire comprimido y laca.
En 1942 Piccoli integró la Agrupación de Plásticos Independientes y, luego, se instaló en Burzaco. Poco a poco su figuración se fue sintetizando y en 1969 realizó la primera exposición de arte no figurativo. Sus obras participaron en más de un centenar de exposiciones colectivas e individuales en la Argentina, Alemania, España y México. Lograron distinciones, como el Premio Gobierno de Santa Fe otorgado por el Salón Anual de Santa Fe (l980), el Primer Premio del Salón Municipal de Artes Plásticas Manuel Belgrano (1983) o el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Artes Plásticas (1984). Actualmente forman parte del acervo de museos y colecciones privadas. El artista falleció en Buenos Aires el 12 de julio de 1992.
"Desde su punto de arranque en la década del 30 hasta finales del siglo XX, la trayectoria de Anselmo Píccoli atravesó un período central para la construcción del arte moderno en Latinoamérica", destaca Rossi en el texto de presentación de la muestra.
Piccoli, en su adolescencia, formó parte del grupo fundador de El Refugio y, luego, de la Mutualidad Popular de Estudiantes y Plásticos de Rosario, impulsados por Berni. Sus trabajos tempranos pintaron el entorno rosarino y su gente desde una figuración preocupada por entrar en el "torbellino de la realidad viviente de su tiempo". En 1944 viajó a Buenos Aires y, desde ese momento, también continuó los pasos de su maestro no sólo desde la pintura, sino también desde el compromiso político y gremial.
No obstante, con el paso del tiempo, su producción figurativa comenzó un lento pero sostenido proceso de transformación.