Cómo explicar desde el profundo dolor otra final que pierde Argentina. No hay manera más que entregarse de pies y manos a la realidad. Chile gana las finales y la selección de Martino los partidos de relleno. Los que no definen nada. Así hay que comprender la cosa. Sin medias tintas ni querer engañar a la gente.
Por eso ya nada cambiará que los chilenos se impusieron 4-2 en la definición por penales. Como tampoco se modificará la sensación de que esta selección nunca se subirá a un podio. Ese lugar de privilegio no está reservado para estos jugadores. A lo sumo, con Messi (anunció que deja la selección, ver aparte) y todo, los que más les cabe es el papel de segundones calificados. Al menos eso demostraron ayer. Porque perder tres finales consecutivas no tiene nada que ver con las casualidades. De vez en cuando puede haber algún golpe de suerte, pero no en esta sucesión de hechos que retratan a un equipo sinceramente como un perdedor.
No dan ganas ni de escribir del partido. Qué decir del trámite puro. Sencillamente que era para dedicarse a otra profesión si la radiografía de cómo se inició todo no era la que se vio. Había que entender poco y nada para no darse cuenta de que para Chile estaba reservada la progresión con la sucesión de pases entre los de abajo para Díaz, Vidal y Aránguiz. Y que el negocio de Argentina pasaba por forzar alguna equivocación en el intento chileno. Así vino la jugada en la que Higuaín revivió la maldición que lo persigue como un delantero predestinado a errar goles imposibles en las finales. Otra vez contra Chile en una final o como le sucedió ante Alemania en el Mundial, anoche se fue solo, mano a mano frente Bravo, aprovechando un error de cálculo de Medel y definió mal cruzado. La pelota se fue besando el mismo palo que Medel se comió en el intento por evitar el gol. Decididamente el destino le dará la espalda a Higuaín. Encima, Martino no le dio ni tiempo a que buscara revancha porque antes de los 70 minutos lo reemplazó por Agüero.
Lo que se está contando no es ni más ni menos que ponerle la etiqueta al trámite que podía esperarse. Hasta que los accidentes del juego se entrometen como siempre para complicarle la vida a alguien. Esta vez el beneficiado fue Argentina y el perjudicado Chile. Ocurrió cuando a los 28' Marcelo Díaz, el ordenador del equipo chileno, se fue expulsado por la segunda infracción que le cometió a Messi.
Ahí todo cambió en un santiamén. Fue el mundo del revés porque Chile se vio obligado a emboscarse más contra el arco de Bravo, aunque nunca abandonó la pulcritud con la que se maneja. Tan clara la tiene este equipo de lo que debe hacer que Pizzi no introdujo variantes y cubrió el espacio retrasando a Fuenzalida, quien había arrancado bien abierto arriba por la derecha.
Tampoco fue que Argentina se animó más en ventaja numérica. Apenas tanteó un par de veces el terreno y como vio que podía poner la mejilla se cuidó. Decidió esperar el momento, siempre con Messi como el abanderado de alguna escapada.
Pero otra vez el desarrollo se vio sometido a un brusco cambio de planes. Porque el árbitro Heber Lopes, quien expulsó bien a Díaz, usó la ley de la compensación y laesacó la roja justo a Rojo por una entrada desde atrás a Vidal. Podría haber resuelto la cosa con una amarilla, pero como la mano venía tan picada se entiende que haya emparejado la historia.
Martino debió retocar el tablero. Corrió a la izquierda a Funes Mori, metió a Mascherano en la cueva junto a Otamendi y entre Biglia y Banega se repartieron el medio.
Ya la sensación era que a Argentina se le había ido la oportunidad de establecer diferencias en el juego y el resultado, por más que no tuvo tantas oportunidades más que el cabezazo de Agüero y otro intento del Kun.
Más que nada porque en el segundo tiempo Chile metió el hocico un poco más. Descubrió las intenciones más que Argentina de ganar el partido sin depender del error del rival.
Martino hizo todo lo contrario. Vio que el medio se pintaba de rojo cada vez más y lo metió a Kranevitter por Di María. En conclusión: el pensamiento estaba en la carta del contraataque. Robar rápido y dársela a Leo para que se encargara del resto. Nunca llegó porque la que tuvo Leo en el final salió desviada. Antes el que se había vestido de héroe circunstancial fue Funes Mori para salvar una arremetida de Alexis.
No era de esperar, pero en el tiempo extra en vez profundizar las tensiones, Argentina y Chile se soltaron un poco más. Y los arqueros fueron protagonistas. Aunque la atajada monumental fue la de Bravo ante un cabezazo de Agüero, Romero también demostró que se podía confiar en él cuando se lució ante Vargas.
Poco más para agregar. Apenas el momento en el que los técnicos utilizan para oxigenar con cambios a sus equipos. Entró Castillo por Chile y Lamela por Argentina. Todo se definió, otra vez como hace casi un año, en la definición por penales. Y ahí Chile volvió a decir "acá estoy yo. Por algo somos los mejores de América".