Una serie de acontecimientos ocurridos en los últimos días nos llevan a reflexionar acerca del alto grado de anomia vigente en la sociedad, además de ciertos rasgos claramente filicidas. En efecto, desde armas al alcance de niños que terminan en trágicos y absurdos finales de sus vidas, hasta el consumismo compulsivo que incita a los excesos autodestructivos. Todo tiene un común denominador, una misma raíz. Una sociedad del capital, que estimula el egoísmo y un individualismo cerril. El culto del tener en detrimento del ser pulveriza las solidaridades básicas. Como si esto fuera poco, los niveles de exclusión social crecen y entonces no sólo hay un acceso restringido a los elementos materiales sino también los simbólicos. Sociedad anómica que implica también acentuar sus rasgos filicidas. Es fundamental estar alerta para revertir este sombrío panorama. Se torna imposible permanecer indolentes sin ser cómplices por acción u omisión.