"Tener un buen espacio ayuda a tener una mejor calidad educativa". Así sintetiza el arquitecto Andrés Villalba la relación entre las construcciones escolares y los procesos de enseñanza-aprendizaje que se dan en las aulas.
Por Matías Loja
"Tener un buen espacio ayuda a tener una mejor calidad educativa". Así sintetiza el arquitecto Andrés Villalba la relación entre las construcciones escolares y los procesos de enseñanza-aprendizaje que se dan en las aulas.
Villalba es profesor titular de la cátedra de análisis proyectual I y II de la Facultad de Arquitectura de la UNR. Pero además posee una amplia experiencia sobre la temática de los edificios escolares, ya que dirigió desde el área de Extensión Universitaria de la facultad los proyectos arquitectónicos de la Escuela Técnica Nº 465 General Manuel Belgrano y del Complejo Gurruchaga.
"Hubo momentos en los que se le dio mucha importancia a la educación, y eso se vio reflejado en los edificios, así como en la calidad de los maestros", sostiene.
—¿Cómo entiende el sentido de los edificios escolares?
—El edificio educativo es el más público de todos, porque es donde los alumnos van a aprender y los maestros a enseñar. Los padres tienen que entender que ahí se produce ese proceso de enseñanza-aprendizaje de los chicos, además de ser un lugar que los cuida, alienta y que debería también entusiasmarlos. Por eso tener un buen espacio ayuda a tener una mejor calidad educativa. Desde la arquitectura estamos preocupados para que haya un buen ambiente para la vida del hombre.
—Tanto el proyecto educativo de la generación del 80 como el del primer peronismo dejaron su huella en los edificios escolares...
—Uno pasaba por esas grandes escuelas y las reconocía fácilmente. Dejaron una huella muy importante y esa impronta la ciudad la reconoce. Incluso hoy muchas de esas escuelas están en perfectas condiciones, en muy buen estado. Son edificios que con muy poco se adaptan a los sistemas educativos actuales.
—¿Que características debe tener hoy un edificio escolar?
—Antes el patio era la clave, porque todo se reducía a este espacio y al aula. Hoy un buen proyecto de escuela debe tener una fuerte integración con la ciudad, que lo vincule con la comunidad. El espíritu de la escuela actual debería ser esa integración. También han cambiado los modelos de enseñanza, por eso la escuela hoy requiere de múltiples espacios para los chicos. La pluralidad de espacios enriquece la instancia de aprendizaje, y eso deberían sugerir los proyectos actuales. No creo tanto en proyectos que como marca de lenguaje se repitan en todo el país, sino creo más en que cada diseño se identifique con el lugar que lo rodea. Por ejemplo, en el proyecto del Complejo Gurruchaga que hicimos dentro del Plan Nacional de 700 Escuelas proyectamos también la plaza pública y lo integramos a ella. Y para eso debe haber un consenso entre nación, provincia y municipio, porque el rédito final es de todos.
—¿Qué opina de las escuelas que funcionan en edificios alquilados?
—Me acuerdo que estando en la primaria, allá por la década del 50, salimos los alumnos con los maestros en manifestación porque nuestra escuela, la Julio Argentino Roca, era alquilada. Estaba por calle Cochabamba, cerca de la plaza López, y recorrimos las calles pidiendo por una escuela propia, porque los dueños habían decidido hacer un edificio. Al final a nosotros nos reubicaron en otras escuelas y en diferentes turnos, pero esa escuela desapareció. Y eso es un proceso doloroso, porque se pierde la relación con el barrio. Por eso, más allá de la coyuntura, creo que a la larga hay que buscar los modos de permanencia.