Si no fuera por las sistemáticas amenazas a México y, en menor medida, las advertencias a Cuba, parecería que América latina es invisible para Donald Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos. Medio Oriente, China, Rusia, Europa e individualmente México ocupan la mente de Trump. Un fenómeno que se daba con el saliente Barack Obama, pero que podría empeorar. Pero los latinoamericanos sí están pendientes de la mayor potencia mundial.
El presidente de Brasil, Michel Temer, le restó trascendencia: "No cambia nada", dijo. Una interpretación que choca con la de su canciller, José Serra, quien durante la campaña llamó "pesadilla" a la entonces posible victoria de Trump. Brasil, la mayor potencia económica de Latinoamérica, tiene otros objetivos en política comercial, por lo que su relación con Estados Unidos es menos apremiante.
Colombia tiene necesidades puntuales. Para Bogotá es importante que Trump apoye el proceso de paz con las guerrillas, como lo hizo Obama, que incluso tuvo enviado propio en los diálogos. El magnate devenido en presidente ha guardado silencio. "Esperamos continuar siendo socios estratégicos de Estados Unidos en América latina. Haremos todo lo posible para seguir mejorando esas relaciones. Nos conviene a todos", dijo el presidente de Colombia y Nobel de la paz, Juan Manuel Santos. "Habrá que entenderse", dijo a su vez el canciller de Chile, Heraldo Muñoz. "Tendremos que ver cómo salvaguardar nuestros intereses", añadió, en referencia a la anunciada revisión de tratados de libre comercio, como el que tiene Washington con Santiago desde 2004.
Venezuela ha sido poco mencionada por Trump, aunque alguna vez dijo de ese país: "El sistema es malo, pero el pueblo es grande". Recientes declaraciones del presidente Nicolás Maduro en el sentido de que Trump es "víctima de una campaña de odio" y que "nadie puede ser peor que Obama", han sido interpretados como coqueteos hacia Washington.
El bloque izquierdista latinoamericano, que perdió a Argentina y Brasil con la llegada de gobiernos de derecha, parece mirar con desconfianza y pragmatismo al nuevo presidente. El mandatario de Ecuador, Rafael Correa, señaló que le cuesta encontrar puntos de coincidencia con Trump, "aunque las críticas a la globalización son preocupaciones que compartimos". Correa, que tuvo una relación conflictiva con Estados Unidos, solo compartirá unos meses con Trump, pues en mayo termina su mandato.
En Bolivia, cuyas relaciones con Washington a nivel de embajador están suspendidas desde 2008, el presidente Evo Morales aprovechó para criticar: "Este modelo (aperturista) no sirve". Y señaló: "Ha ganado un presidente proteccionista. Ahora está hablando de muros. ¿Dónde está el tratado de libre mercado? El sistema capitalista ha fracasado".
Por su parte, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, instó a Trump a construir "un mundo que privilegia el diálogo y el entendimiento". Su temor pasa por la ley "Nica Act", aprobada por el Congreso en Washington, que restringe el apoyo a Managua, incluyendo al Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, por medidas consideradas contrarias a la democracia.
El presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, recibió el ascenso de Trump con frialdad. "La voz del pueblo es la voz de Dios", dijo. Más expresivo fue su canciller, Danilo Astori: "Si uno analiza los discursos de Trump, se cae de espaldas".
El proteccionismo, el riesgo para las remesas en una región que al año recibe 65.000 millones de dólares de sus ciudadanos desde Estados Unidos, las posiciones duras frente a causas progresistas y las imprevisibles reacciones son factores de tensión para América latina con el nuevo ocupante de la Casa Blanca.