El frentismo rosarino navega en aguas turbulentas y ayer alumbró una decisión que, puertas adentro, no sorprendió a ningún actor de la coalición. Pero sí abrió un interrogante superior: en cuánto tiempo las diferencias —cada vez más públicas— surcarán el armado político provincial.
Una instantánea que reflejó la imposibilidad de sincronizar una sociedad política con la gestión. Y que, como nunca antes, reveló las aspiraciones de la UCR en la ciudad.
El socialismo optó por minimizar los efectos de la renuncia del radical Sebastián Chale al gabinete de Mónica Fein, junto a la ratificación del alineamiento de la concejala María Eugenia Schmuck con el crítico Jorge Boasso.
"Era una situación que, indefectiblemente, concluiría hacia un lado o hacia el otro", deslizaron en despachos cercanos al de la intendenta, a modo de repaso de días no tan lejanos.
Para el oficialismo, el límite fue sobrepasado por las sospechas de coimas en el marco de la licitación del nuevo servicio de recolección de residuos, que la semana pasada instaló Boasso. Por lo pronto, el socialismo confía en que no mermarán sus fuerzas en el Palacio Vasallo.
Los hombres del centenario partido, a su vez, machacaron con que la sociedad política "nunca" se institucionalizó en Rosario. Y refrendaron el adiós de Chale con el aval otorgado por las conducciones nacional y provincial de la UCR. Nada menos.