Vivir en el centro de la ciudad resulta un calvario. Desde que se rehízo la peatonal Córdoba, con el nuevo cableado eléctrico, el edificio donde vivo, a 50 metros de dicho paseo, quedó sin luz en muchas oportunidades. La proliferación de grupos electrógenos con su ensordecedor ruido y el gas que emanan hacen del centro un verdadero infierno. El objetivo es mantener activos a los comercios que, de lo contrario, deberían cerrar, algo que debe evitarse en tiempos de crisis. Los cortes que sufrimos no son de un par de horas, sino de 24 con suerte, o como nos ocurrió en marzo del año pasado, de tres días consecutivos. Además de faltar la luz, en los edificios se interrumpe el suministro de agua, haciendo imposible habitar un departamento. Lo cierto es que ahora tendremos que sufrir la transformación de calle Sarmiento, para embellecer la ciudad con el paseo histórico y es una excelente ocasión para que el tendido eléctrico sea reparado para que el cambio no sólo sea estético sino también con servicios acordes a los tiempos que vivimos.