En octubre de 2015 los hermanos Javier y Agustina Ponisio fueron asesinados en su casa de la zona sur con balazos calibre 9 milímetros realizados con silenciador. Cinco días más tarde, en la ciudad santiagueña de Frías, Javier Hernán Pino fue detenido por la policía salteña. Es un hombre de 26 años acusado de matar a sangre fría a los hermanos y a otras tres personas, una en Salta y dos Buenos Aires. La semana pasada el fiscal de Homicidios Florentino Malaponte requirió la elevación a juicio por el doble crimen en Rosario.
Malaponte enmarcó su acusación en los delitos de homicidio críminis causa agravado por el uso de arma de fuego (dos hechos) en concurso real con robo calificado por el uso de arma y portación ilegal de arma de guerra. La pena en expectativa es prisión perpetua y el críminis causa lo inhibe de solicitar el beneficio de la libertad condicional luego de 30 años.
En octubre el juez salteño Mario Dilascio elevó a juicio la causa abierta contra Pino por el crimen del playero Daniel Ríos, otra acusación por homicidio críminis causa. La autopsia determinó que Ríos fue ejecutado por un disparo calibre 9 milímetros con orificio de entrada sin salida en la zona izquierda del parietal. La pericia determinó que el arma usada era una pistola propiedad del sospechoso.
Tras matar a Ríos, Pino sustrajo 70 mil pesos, dinero que luego diría que era para pagar el abogado de su padre, que estaba detenido en Santiago del Estero acusado de robo. En abril pasado, el fiscal santiagueño Julio Carmelo Vidal pidió imputar a Pino en la misma causa de robo por la que está preso su padre, Jorge Raúl, de 62 años.
"Inofensivo"
"Ves a este pibe y lo primero que pensás es «no puede haber hecho lo que dice el expediente». Tiene aspecto apocado, inofensivo. Te lleva a pensar «este no puede matar a nadie». Pero en todos los casos de los que se lo acusa, incluyendo los Ponisio, se ganó la confianza de sus víctimas y los mató a sangre fría", dijo una fuente de la pesquisa.
De espíritu nómade, Pino tenía registrados ocho domicilios entre las provincias de Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba, Santiago del Estero y Salta. La mayor parte de la vida la pasaba en su Fiat Siena color gris topo. Cuando llegó junto a su padre a instalarse unos meses en la localidad salteña de El Galpón, situación que se rompió con el crimen de Ríos, lo hicieron siguiendo la ruta del oro.
Javier y Agustina Ponisio vivían con sus padres adoptivos en una coqueta casa de Castro Barros al 5500, en la parte más señorial del barrio Roque Sáenz Peña. El joven de 25 años manejaba un negocio familiar de venta de quesos gourmet y su hermana de 28 era empleada administrativa en el Sanatorio de Niños.
Cuando Pino entró a la casa de los Ponisio , pasadas las 8 de la mañana del viernes 16 de octubre de 2015, ya había matado a tres personas con un arma registrada a su nombre. El muchacho tenía cierta amistad con Agustina, una relación gestada a partir del noviazgo que había mantenido con una amiga de ella.
La investigación de Malaponte reconstruyó que Pino primero mató a Agustina con disparos a la cabeza. La víctima vestía la camisa del uniforme de su empleo, su cuerpo quedó sentado a la mesa y su cabeza apoyada sobre el mate que estaba tomando. El disparo fue con silenciador, pero es muy probable que Javier haya escuchado un sonido que lo alertó y por eso bajó desde la planta alta. Así, recibió tres disparos en la espalda mientras estaba en el descanso de la escalera.
Luego Pino robó dinero y distintas pertenencias de sus víctimas, entre ellas una cadenita de oro con el nombre Agustina que fue reconocida por los padres de la joven entre los objetos que se le secuestraron a Pino al ser detenido.
El auto del amigo
Cuando ese viernes, cerca de las 9 de la mañana, la fonoaudióloga Mónica Pesce abrió la puerta de su casa se topó con la peor pesadilla imaginable para un padre: sus dos hijos yacían asesinados a balazos. Minutos antes el homicida se había marchado de allí en su auto, que estaba estacionado a metros de la puerta de la casa que quedó registrado por una cámara de videovigilancia pública.
Ese fue el primer dato con el que comenzó a trabajar la Policía de Investigaciones (PDI) y el fiscal, que les mostraron una captura con la foto de ese auto a los padres de los hermanos. "Ese auto es de Hernán, un amigo de mi hija", dijeron. Así la investigación se orientó a Pino y cuando desde Rosario ya se habían intervenido dos de sus teléfonos, la pesquisa de Malaponte se cruzó con la investigación del fiscal salteño.