No cambiaré a mis amigos
No cambiaré a mis amigos
justamente ahora.
cuando llegamos a un puerto tan seguro
como esta desesperanza continua.
No los cambiaré ahora
cuando el amanecer se aleja
y aquellas llamas altas no nos pertenecen
y apenas somos dueños de ese ocre
que nos roba el crepúsculo.
No cambiaré sus vicios, sus astucias un poco infantiles
ni sus preferencias por las mujeres hermosas
el vino tinto
o las pasiones inútiles
—utopías enmarañadas de algas
ganadas por el óxido que termina
matando los barcos—.
No cambiaré a mis amigos
ahora, justamente ahora
que están cerca de saberlo todo
y nos hallamos junto al fuego
en esa cueva común
que hemos abierto entre todos
con las manos sangrantes
y que nos preserva de todas las pestes.
Si es cierto que —como dice uno de ellos—
somos los últimos que creímos en algo
no importa que no haya servido y todo se lo hayan
montado.
Por eso mismo, mis amigos han valido la pena.
Ellos saben que nosotros escribimos el principio de los tiempos
y cantaremos el fin de las civilizaciones.
En el medio queda el tiempo de los políticos
es decir la contingencia
la estupidez
el sinsentido.