El secretario de Derechos Humanos de La Rioja y ex sacerdote, Délfor "Pocho" Brizuela, afirmó ayer que monseñor Enrique Angelelli, asesinado durante la última dictadura cívico-militar el 4 de agosto de 1976, "sacó a la Iglesia del templo a la calle y de la calle al barrio" y resaltó que "marcaba una moral social" que se oponía a sectores que defendían "una moral individual".
"Todo comenzó cuando Angelelli sacó la Iglesia del templo a la calle y de la calle al barrio, al pueblito del interior, donde la sociedad estaba acostumbrada a resignarse, a que estaba dividida en dos: los que podían y los que no podían; los ricos y los pobres, donde los ricos tenían la manija de todo, hasta de la Iglesia", recordó Brizuela al explicar el impacto del mensaje de Angelelli frente a la sociedad riojana.
El ex sacerdote, que era aún adolescente cuando conoció a Angelelli, recordó que entonces, el Obispo asesinado, puso "todo esto en jaque diciendo desde el Evangelio que esto iba y que no iba que el dueño de la tierra sea el dueño del agua, de la vida, de los bienes de toda la gente, que le pague con vales al obrero en su finca, que se hayan enfermedades congénitas en el interior porque el Estado está de lado del poderoso".
Para el ahora funcionario, ese contacto con los sectores más vulnerables provocó "el tema de la persecución: primero lo persiguen o se oponen férreamente aquellos a los que ni les interesaba la Iglesia, pero la tenían como una figurita decorativa de una sociedad. Para ellos la Iglesia estaba bien, estaba ahí. Había que bautizar el hijo, ir a misa, pero después no me importa mucho lo que haga la Iglesia, pero que no se metan con lo nuestro. Y lo nuestro eran los privilegios", subrayó.
Documento de los Llanos. A través de sus textos, como el Documento de los Llanos, Brizuela resalta la coherencia del obispo y marca que con Angelelli se produjo un "abroquelamiento de dos sectores", donde por un lado estaban los grupos de privilegio que no concebían que alguien pusiera el dedo en la llaga de cómo estaba la sociedad riojana y otros del pensamiento del conservadurismo católico, que a veces coincidía con Angelelli y a veces no". "Había sectores que decían que la Iglesia tenía que meterse nada más que en lo intra religioso, que era marcar sólo una moral individual, y Angelelli marcaba una moral social", remarcó al recordar la actividad pastoral y en especial las misas.
"Las misas no eran las tradicionales, las que uno estaba acostumbrado, Angelelli se ponía en un banco a escuchar y debatían entre todos el tema que proponía un sacerdote, y con opiniones divergentes provocaban una movida muy linda", recordó Brizuela religioso en diálogo con Télam.
Relató también que el obispo asesinado "convocaba a través de las semanas de la pastoral a católicos, no católicos y ateos inclusive, y ese fue un primer balde de agua fría para la sociedad riojana, y para muchos conservadores, que participaba en la Iglesia Catedral. Criticaban que se iban a sentar en la Iglesia de igual a igual gente que no está en ninguna asociación católica. Algunos lo entendieron y otros no, y estos fueron los que comenzaron a ponerse en contra de él".
El acercamiento con el obispo fue cada vez más cotidiano y juntos realizaban actividades educativas y deportivas con chicos en situación de calle, como lustrabotas y canillitas.
El obispo de todos. Brizuela sostuvo que Angelelli "quería trasmitir que él era el obispo de todos los riojanos, de los creyentes, los no creyentes, los pobres, los ricos, de todos, y que nadie debía sentirse con más derechos que otro. Que su misión era para que los que creían profundicen su fe, y para los que no creían anunciarles un mensaje de vida, de participación".
Las jornadas de la pastoral de Angelelli en 1969, 1970 y 1971 generaron los primeros desencuentros con algunos sectores de la sociedad y Brizuela recordó que entre ellos se sublevaron los padres de las alumnas del Colegio Sagrado Corazón, que eran "de una cierta clase social y no entendían que el obispo diga que "todas las asociaciones se debían poner en estado de asamblea y rever para qué estaban, que ellos eran gente que hacía siempre lo mismo, y que ahora la Iglesia planteaba otra cosa", al referirse a tiempos en que el Concilio Vaticano Segundo había producido cambios en la Iglesia.
"Fue un hombre cristiano que supo unir los desafíos de la fe y de la Iglesia de su tiempo, pero también palpitó con los desafíos del hombre de su tiempo que le tocó vivir, del hombre pobre, del obrero, del militante popular, social y tuvo la sabiduría de sintetizar esas dos realidades en ese momento de la historia argentina, con una Iglesia que pretendía cambios, cambiar ella misma y una sociedad que también pedía cambios y pretendía cambiar", reflexionó Brizuela.